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Solsiret Rodríguez
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No existe explicación para la inacción de las autoridades luego de la desaparición de Solsiret. Durante más de tres años, quienes se supone están para defender a ciudadanos y perseguir el delito no hicieron siquiera lo mínimo posible. Sus padres y amigos hicieron mucho más para encontrarla que policías y fiscales. Crearon campañas de búsqueda en redes sociales, investigaron y escarbaron pruebas. Hasta contrataron investigadores privados porque sabían que los policías y fiscales que tenían en sus manos la búsqueda no estaban apurados, como ha ocurrido tantas veces en el pasado. El listado de casos donde no se atendió una denuncia, se demoró la reacción o se vulneró los derechos de una mujer es enorme.
¿Cómo se explica que en más de tres años desde que Solsiret desapareciera la policía no haya registrado ni una vez la casa de una de las principales sospechosas? Desde un comienzo, la policía ni quiso recibir la denuncia, escondiéndose en excusas machistas. Luego, en base a unas fotos antiguas de Facebook, aseguraron que se había fugado. Dos fiscales desistieron de realizar su trabajo y no fue sino hasta el 2019 que un fiscal hizo lo que se debió haber hecho tres años atrás. Esto solo fue posible gracias a los papás y amigas de Solsiret, quienes se enfrentaron sin descanso a la peor indiferencia.
Evidenciada –una vez más– esta desidia, el ministro Carlos Morán debería iniciar una reforma policial profunda, en lugar de seguir invirtiendo tiempo y energía en populismos estériles con la sola intención de ganar aplausos fáciles. La PNP necesita cambios reales, no solo maquillaje. La indiferencia que los padres y amigas de Solsiret han enfrentado y los prejuicios del machismo no son una situación aislada, sino el retrato más inhumano de un gravísimo problema estructural.
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