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El marasmo de fin de año
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Tal como se ha visto en las últimas encuestas (Datum, Ipsos e IEP), la ciudadanía está desconectada del proceso electoral. El amplio respaldo popular que tuvo la disolución del Congreso no se ha traducido en entusiasmo por la posibilidad de renovar la representación política. Ciertamente, el problema no está en la gente. La apatía de la demanda es una respuesta a la extrema pobreza de la oferta política. Por eso es que en todos los sondeos los indecisos son una gran mayoría y los decididos por el voto blanco y nulo ofrecen ser persistentes. Tal como sucedió en las últimas municipales y regionales, debemos esperar que los electores se decidan unos días antes del próximo domingo 26 de enero. Los elegidos serán, pues, los ganadores de un gran sorteo nacional.
Los líderes –o dueños– de las organizaciones políticas –o sus remedos– no parecen comprender la alarmante brecha existente entre el sistema político y la ciudadanía. Por eso la conformación de sus listas y los mensajes –e imágenes– de sus publicidades muestran sinceras torpezas, sino imbecilidades de diverso calibre. No sorprende. Da pena. Salvo excepciones (no es casual que se trate de los candidatos más jóvenes y nuevos en estas lides), las campañas vienen produciendo apatía y más desconexión. Los pocos debates que suceden en algunos medios de comunicación entre los postulantes solo resultan interesantes para sus contados seguidores.
Mientras tanto el Gobierno, acaso el único actor relevante en este páramo, carece de narrativa. Si usted sale a la calle y le pregunta a cualquiera, informado o no, interesado o no, cuál es la principal bandera del presidente Vizcarra, obtendrá un gesto parecido a levantar los hombros. Esto habla muy mal de su liderazgo. Un gobierno sin oposición, con casi todo a favor, sin capacidad de inspirar a los miles de servidores públicos, incapaz de proponerle una agenda clara al país, es un gobierno que reporta un gran desperdicio.
Así, las fiestas de fin de año tal vez transcurran sin mayores sobresaltos. Sin sorpresas que enciendan la calle ni titulares que adornen las primeras planas. Solo los interminables avances de las investigaciones del Ministerio Público ofrecen chispazos a este marasmo y mantienen el escaso interés que tiene la gente en la cuestión pública. ¡Felices fiestas!
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