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Día internacional de la trabajadora del hogar
“Y con ellas gana nuestra sociedad que ve la transformación de sus mujeres más humildes en mujeres que se convierten en dueñas de su destino”.
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Ayer se celebró el Día Internacional de la Trabajadora del Hogar. Se instauró en 1988 cuando diversas organizaciones se reunieron en Bogotá para formar la Confederación Latinoamericana y del Caribe. En tres décadas han logrado importantes avances en las leyes de nuestros países. En Perú, la Ley 27986 establece que las trabajadoras del hogar tienen derecho a contrato, seguro, vacaciones, gratificaciones y CTS. Sin embargo, como todos sabemos, pocas veces estos derechos elementales se cumplen. Y no hay cariño familiar que compense esta desigualdad social tan elemental.
Pero existen ejemplos que van contra la corriente. Pienso en Yadis Guerrero. Nació en San Ignacio. Cuando estudiaba la primaria, su padre decidió que abandonara el colegio para que se dedicara exclusivamente al campo. Un día escuchó que alguien le preguntaba a su mamá si alguna de sus hermanas podía viajar a Lima para ayudar a un familiar en casa. Se bajó del árbol donde estaba trepada espiándolas y le rogó a su madre para que la dejara ir. Fue feliz cuando escuchó que le daba permiso. Llegando a Lima cayó en una red de trata de personas y trabajó como esclava en una fábrica de textiles. Recién cuando cumplió 18 años pudo escapar. Consiguió empleo en un hogar y un horario que le permitiera estudiar. Terminó el colegio. Estudió inglés. Se graduó de administradora en Adex. Hoy es alumna de Administración y Negocios Internacionales de la UPC. Hermoso.
Pienso en Dilma Meléndez. Llegó a la capital para ayudar a su madrina y poder estudiar. Fue una alumna destacada en el Juana Alarco de Dammert. Ahora estudia en la universidad y ya inició su primer emprendimiento. Una capa. Pienso en Yaceli Ramírez. Su historia es tan parecida. Hoy está terminando su carrera de Contabilidad en CESCA. Otra capa. Pienso en Beatriz Ticcliahuanca. Su niñez estuvo dedicada al cuidado de los animales. Vino a Lima a los 17 años para tener la oportunidad de estudiar. Un día convenció a su empleadora para tener un horario que le permitiera hacerlo. Probaron un mes. Funcionó. Hoy cursa el octavo ciclo de derecho. Su sueño es defender a trabajadoras para que salgan adelante y conquisten sus sueños.
¿Qué tienen en común estas historias? Se trata de mujeres jóvenes que conciben el trabajo doméstico como un medio para estudiar. Sus empleadoras no tuvieron que ser buena gente. Encontraron que una chica empeñosa suele ser una trabajadora responsable y dedicada. Así ambas ganan. Y con ellas gana nuestra sociedad que ve la transformación de sus mujeres más humildes en mujeres que se convierten en dueñas de su destino, como en las películas. Queridos lectores, ¿se animan a ser actores de reparto de una de estas historias?
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