En 2016 sucedieron dos cosas que iniciarían la bola de nieve. Uno, en julio asumía la presidencia Kuczynski, habiendo ganado las elecciones por escaso margen a un fujimorismo imparable. Era la primera fuerza social, política y congresal. Una fuerza que no aceptaba esa nueva derrota electoral. Dos, poco antes de que termine el año, el Departamento de Justicia de los EE.UU. revelaba que las redes de Lava Jato alcanzaban a políticos, funcionarios y empresarios peruanos.