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La disolución en perspectiva
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Si usted cree que la polarización política se acabó con la disolución del Congreso, está equivocado. Los fujimoristas seguirán batallando desde la estrechez y el aislamiento. Y el Gobierno seguirá pegándoles en el piso. Ambos se necesitan para existir frente a sus pequeños aunque influyentes auditorios.
Si usted cree que el fujimorismo está próximo a desaparecer dada su probada vocación autodestructiva de los últimos años, está equivocado. El fujimorismo será una organización venida a menos, pero es todavía una fuerza social vigente. A pesar de su desvarío, resulta envidiable para el resto de entidades políticas.
Si usted cree que las próximas elecciones legislativas serán una solución a la ramplonería del inefable exparlamento, está equivocado. Nuestra clase política no se renovará en un trimestre. Considérese que el padrón electoral actual tiene más o menos a los mismos participantes de las elecciones generales anteriores. Es inviable “que se vayan todos”.
Si usted cree que el Ejecutivo ha sido secuestrado por el chavismo o que la izquierda digita las jugadas de Vizcarra, está equivocado. Al Gobierno le resulta útil que las izquierdas lo apoyen hoy, pero sabe muy bien que la agenda de uno no es la del otro. Ellos quisieran otra Constitución. Él solo quiere sobrevivir a esta crisis. Sus intereses son opuestos.
Si usted cree que el Gobierno de Vizcarra es maquiavélico y sale fortalecido con todo esto, está equivocado. Es débil, no tiene organización detrás ni operadores delante. No tiene visión de país que mueva masas ni propuesta programática que raye el escenario. El desprestigio y la debilidad de la clase política lo hace parecer fuerte. La medianía de sus oponentes lo pinta como a un jugador de ajedrez de talla mundial.
Si usted cree que este nuevo impasse ha paralizado al país, está equivocado. La economía ya venía ralentizada hace un buen tiempo. Y la ciudadanía alcanzó niveles de displicencia inauditos. Todo anda lento o mal, pero sigue andando.
Le sugiero no dejarse llevar por espejismos. Nadie tiene suficiente poder en el país para determinar nada. Los políticos viven una depresión negada. Los otros poderes no saben qué hacer con el Perú fangoso de hoy. Los corruptos son los únicos estratégicos. Y la gente sobrevive tratando de que no se le pegue la mediocridad que viene desde las alturas.
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