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Las profecías autocumplidas
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Si, según la encuesta nacional de Datum, el 53% de los entrevistados indica que no se sienten representados por el nuevo Congreso, no vale arañarse. Ni bien se publica este dato y algunos comienzan a titular, y otros a rebotarlo en las redes sociales, sugiriendo que la gente es tonta o que el nuevo Congreso viene sin respaldo popular. Ya, pues. En primer lugar, no se debe olvidar que nuestra clase política no despierta, hace mucho tiempo, grandes entusiasmos. En el Perú, política es desilusión.
En segundo lugar, la fragmentación electoral ha sido drástica. Los electores sienten que su voto se dispersó entre todas las minorías, las elegidas y las no elegidas. De 21 partidos, solo nueve pasaron raspando la valla. Las cifras son unívocas: Acción Popular obtuvo el primer lugar con apenas el 8% de votos emitidos. Así que muchos sienten que no están todos los que merecían estar.
En tercer lugar, hay que considerar que el voto válido para conformar el nuevo Congreso fue bajo. El nivel de ausentismo fue del 25%, como en elecciones anteriores. Y que hubo un 20% de votos blancos y nulos, como en elecciones anteriores. Y, finalmente, alrededor del 30% de votos se quedaron por debajo de la valla electoral. Así, la contraparte de la indiferencia ciudadana ha sido la sensación de que el voto personal ha sido poco relevante.
Pero hay otros datos más interesantes. Por ejemplo, el 55% de la ciudadanía espera que predomine el diálogo entre poderes, acaso porque se piensa que la confrontación anterior fue absurda. De la misma forma, el 50% considera que la fragmentación dentro del Parlamento puede ser auspiciosa, tal vez porque se considera que las mayorías tienden a ser prepotentes o aplastantes. Por último, los votantes manifiestan que conocen las propuestas de los partidos por los que optaron. Sea verdad o no, los electores “ganadores” estarían manifestando que su voto fue informado, consciente.
Nos encontramos en un momento abierto a todas las posibilidades. Si existe algún peligro es que, en esta contundente fragmentación, se abran paso minorías autoritarias. Peor aún, que en el terreno de la displicencia popular terminen floreciendo propuestas populistas que nos hagan creer que el país demanda polarización y arbitrariedad. El principal temor debería dirigirse, más bien, a las profecías autocumplidas.
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