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Manifiesto anti PowerPoint
“Las reuniones donde el PowerPoint predomina suelen ser poco fructíferas. Y muy aburridas. Se nota en la desconexión del público, cuando uno tras otro comienzan a mirar sus pantallas personales”.
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Como muchos, pienso que el PPT es una herramienta que no ayuda a razonar ni a trabajar en equipo. Sus usuarios tienden a presentar datos que no están hilados y frases que pretenden ser contundentes, pero tienen poco sustento. Porque debilita la costumbre de fundamentar, es decir, de tejer ideas para llegar a conclusiones, me siento parte de quienes deploran su uso (y abuso) en el mundo del trabajo y la educación. Hace unos años estuve a punto de afiliarme al Partido Anti PowerPoint (existe en Suiza, por si acaso). Pero no fue necesario, bastaba con compartir sus principios.
Las reuniones donde el PowerPoint predomina suelen ser poco fructíferas. Y muy aburridas. Se nota en la desconexión del público, cuando uno tras otro comienzan a mirar sus pantallas personales. Se nota aún más cuando al momento de las preguntas los participantes se pegan con una idea suelta o una cifra irrelevante, pues no han podido captar cuál es la argumentación que está sobre la mesa (bueno, a veces esa argumentación nunca existió). La cosa se vuelve absurda cuando el expositor se dedica a leer las frases que están proyectadas en cada lámina.
Es justo decir que, en realidad, la culpa no es de la herramienta sino del presentador que se somete a ella. Pero liberarse de esta ridícula convención no es fácil. Cuando entrego un informe escrito a un colega o cliente, por lo general me miran con cara de “dónde están mis figuritas”. Cuando el texto es profuso, el gesto suele ser caricaturesco. Vamos tan rápido y estamos tan orientados a la acción que detenerse a pensar con calma, atendiendo a los detalles, parece un lujo, cuando no una pérdida de tiempo. El resultado es trágico. Esperamos llegar al destino sin haber realizado el viaje. Huimos de la dialéctica. Dejamos de dialogar profesionalmente. Así, las reuniones terminan sumergidas en pareceres casuales, en preferencias arbitrarias, perdiéndose el asunto que nos había convocado.
Antes de hacer su PPT, escriba en un texto sus ideas, encuentre la cadena de argumentos que está tratando de elaborar, asegúrese de que cada eslabón tenga una evidencia o demostración y, al final, trate de resumir en pocas líneas la idea central. Entonces, recién allí, siéntese a confeccionar el apoyo visual que le podría ayudar a comunicar de forma atractiva su propuesta de conversación. No se deje ganar por las malas costumbres actuales. La gente prefiere sentar su posición a debatirla, espera la comprensión de los demás sin haberlos escuchado sinceramente, tiende a quedarse con la frasecita impactante en vez de entregarse al placer de la controversia. Escape del software que todo lo facilita: el PowerPoint atenta contra el aprendizaje colectivo y las buenas decisiones estratégicas.
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