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La bioferia y la vida residencial
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La Bioferia del parque Reducto en Miraflores, la pionera de la venta de productos orgánicos, la que ha inspirado otras ferias en nuestra metrópoli, tiene fecha de caducidad. La municipalidad distrital ha decidido no renovar el convenio y le ha puesto plazo hasta el próximo 7 de diciembre.
Según las noticias, los funcionarios sostienen que hay vecinos que se quejan porque genera suciedad y desorden. La verdad es que la conocemos desde sus inicios y no se puede decir que sea sucia o desordenada. Sus organizadores aducen que cada vez que las áreas de Fiscalización y Comercialización les han exigido correcciones o mejoras, lo han hecho con diligencia. Nos consta a quienes la frecuentamos. Y esto desde la gestión de Masías hasta las de Muñoz.
Ciertamente existen algunos vecinos que creen que la vida de barrio debe ser desértica. Todo les molesta. Piensan que en las zonas residenciales los niños no deben gritar ni jugar. Tampoco les gusta que los adolescentes bailen o canten en las esquinas. Son vecinos que viven entre el silencio y la queja. Pregúntenle si no a Serenazgo. Lamentablemente, la forma de vida que defienden no solo es antisocial sino que atrae a la delincuencia. La calle vacía siempre es más insegura. Es más, esa manera de concebir la ciudad cohíbe al tejido cultural que se genera en el intercambio doméstico y la buena onda.
Es verdad que la Bioferia congestiona la cuadra esa mañana, tal como lo hace cualquier otra feria, sea orgánica, artesanal o de pulgas. Pero nunca ha hecho invivible la zona. Al contrario, actividades como esta le dan vida al barrio haciéndolo más atractivo y entretenido. No es casual que los sábados el parque Reducto sea un hermoso espacio de intercambio y convivencia ciudadana. Una especie de oasis social en un país donde abundan la delincuencia y la desconfianza colectiva.
Ojalá que la gestión de Molina recapacite y comprenda que aquí está en juego algo más. Cerrar la Bioferia, o reubicarla fuera del barrio, equivaldría a cancelar, por ejemplo, actividades tan satisfactorias como la que permite la exclusividad peatonal los domingos en la mañana, desde la avenida Larco, pasando por la Arequipa y Wilson, hasta la avenida Tacna. Miraflores es un ejemplo de gestión municipal que promueve una ciudad a escala humana. Sus ejemplos abundan. Ojalá que no se traicione a sí misma.
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