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Signos favorables hacia el próximo Congreso
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Sin duda el próximo Congreso será mejor que el anterior. Corrijo. Va a ser mejor que todos los anteriores. Fíjense. Los líderes nacionales han entendido que la irremediable disolución del Congreso se amparó en el unánime rechazo a su desempeño en las últimas décadas. Tenga o no solidez constitucional la decisión del presidente Vizcarra, quedó claro que ir contra la disolución hubiera podido provocar una explosión popular de consecuencias imprevisibles.
Solo la madurez institucional de nuestros partidos puede explicar por qué en estas dos semanas se han concentrado en conformar las listas al parlamento priorizando a sus cuadros jóvenes más solventes, así como a invitados que –teniendo los recursos o no para contribuir a la campaña– puedan garantizar una renovación de la representación política en el país. ¿Inmejorable, no?
Los líderes (o dueños) de los partidos políticos no son obtusos. Saben que esta es una gran oportunidad para relanzarse auspiciosamente. Han comprendido que el ejercicio político debe, por fin, conjugar las postergadas demandas de la ciudadanía con la humilde capacidad de visión nacional que sus respectivas doctrinas les proveen.
No nos distraigamos con la persistencia de ciertos políticos desprestigiados que han logrado colarse en puestos claves de las listas. Tampoco por quienes declaran estupideces queriendo conectar con cierta displicencia ciudadana. Los procesos de cambio social son dialécticos, así que no se puede esperar uniformidad en el mañana que las mayorías soñamos. Lo que estamos viendo es propicio. Los líderes o dueños de cada partido han dado la cara ante la opinión pública para manifestar cuáles son las lecciones aprendidas en la última coyuntura de confrontación, cuáles son los retos estratégicos del Perú en pleno bicentenario, y cuáles deberían ser las prioridades del próximo Congreso extraordinario. Hay que destacar su compromiso en apuntalar los consensos considerando que el Legislativo tendrá apenas 18 meses para promover las reformas esperadas. Reformas dirigidas al cierre de las brechas de inequidad. Reforma del sistema de justicia. Reformas que aceleren la inversión pública y privada. Reforma completa del sistema electoral y de partidos. No todo está perdido. Hay lugar para la esperanza.
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