Por eso no deja de llamar la atención cuando algunos tildan su postura de neomarxista. ¿Comunista? Más bien, voluble, ambivalente. A veces progre, a veces conservador. ¿Populista, autócrata? Digamos, a secas, sobreviviente. Si bien no conocemos cómo se organiza el Ejecutivo por dentro, ni cuál es su método para llevar el timón estatal, sí observamos un estilo inequívoco. A juzgar por la autocrisis de esta semana, queda claro que se trata de un gobierno asustadizo, opaco, sin agenda, que destaca, eso sí, por sus rápidos reflejos para zafar de los problemas y seguir corriendo hacia el final del periodo presidencial.