La costa es desértica. La montaña es agreste y seca, excepto por los contados valles interandinos que llenan nuestros ojos. Y la selva es imposible de domesticar. Solo la selva alta es relativamente amable para el colono de ayer y hoy. Esta dura geografía nacional nos ofrece, sin embargo, oportunidades propias de una biodiversidad auspiciosa y, a la vez, frágil.