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El tema de hoy: Carreteras de nadie
“A la falta de una cultura de conducción responsable en nuestro país se suma la carencia de fiscalización por parte de nuestras autoridades”.
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Una fatídica noticia conmocionó al Perú en el segundo día de 2018: 52 pasajeros de un bus interprovincial murieron luego de que el vehículo en el que iban fuera impactado por un camión tráiler y cayera por un abismo. Este hecho se convirtió en noticia en diferentes países que mencionaban al Serpentín de Pasamayo como una de las carreteras más peligrosas del Perú.
Tras ello, se manejaron diversas hipótesis y, finalmente, las investigaciones establecieron que el chofer del tráiler había invadido el carril contrario. Las causas secundarias fueron el exceso de velocidad de ambos conductores, así como la ausencia de elementos de seguridad vial en la carretera. Respecto a esto último, se comprobó la falta de señalización, de guardavías, reflectores y otros elementos de seguridad. Si bien fue una falla humana (por la que el chofer ya está cumpliendo prisión preventiva), no se puede negar que a la falta de una cultura de conducción responsable en nuestro país se suma la carencia de fiscalización por parte de nuestras autoridades. Así, vemos que en países como Estados Unidos, a diferencia de otras naciones de Latinoamérica, existe mayor rigor para hacer cumplir sus normas. Es decir, si realmente existiera un adecuado control, para empezar, en ese bus no habría habido más pasajeros de los que subieron en el terminal y los choferes no habrían estado manejando a más de 50 km por hora.
Sin embargo, esta es una práctica generalizada en el Perú, donde en 2015 se registraron 95,532 accidentes con 2,964 muertos, y en 2016 fueron 89,304 con 2,696 fallecidos, según el INEI. La mayoría tuvo como causa el exceso de velocidad, el mismo que predomina en Lima, donde en 2016 hubo 520 fallecidos y en 2017 fueron 539, según la PNP. Mientras estas fatídicas cifras crecen, las autoridades siguen en compás de espera para quizá recién tomar acciones cuando ocurra otra tragedia.
En el Congreso, por ejemplo, aún está en revisión el proyecto de ley para la creación de la Autoridad Única del Transporte (AUT) de Lima y Callao. Mientras eso sucede, las pistas se siguen tiñendo se sangre. ¿Hasta cuándo vamos a esperar que nuestras autoridades solucionen la caótica realidad del transporte?
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