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Tienes otra vida en otro lugar

"En esa otra realidad paralela, el profesor sí pudo construir la máquina perfecta en su mundo. Y la usó para robarle la vida a un doble suyo”.

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(Midjourney/Perú21)
(Midjourney/Perú21)
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Con un entusiasmo digno de visitador médico, proclamo ante quien quiera oírlas las alabanzas hacia una serie llamada Dark Matter. Es escapismo, pero trascendente. Al menos es mejor que estar pensando en la incompetencia de Dina o la crueldad del frío.

Este entretenimiento supone una reconsideración que suele aparecerse en noches de insomnio. Es cuando imaginamos esas otras vidas que nos habría tocado vivir si hubiéramos tomado decisiones distintas. El what if anglosajón, que en un suspiro resume la conjugación española del verbo hacer sobre algo que jamás se hizo: ese lejano hubiera.

La trama de Dark Matter es la siguiente: un pobre pero honrado profesor de Física de un barrio de Chicago tiene una vida pequeña y feliz. Una esposa que adora, un hijo que crece, un trabajo como docente donde los alumnos lo ignoran por estar viendo las pantallas de sus celulares. El pan nuestro de todos los días. Alguna vez ese profesor tuvo un sueño, y no era poco. Fantaseaba con resolver la paradoja del Gato de Schrodinger, aquella que sugería la posibilidad de que una cosa sea y no sea al mismo tiempo.

El físico austríaco Ewrin Schrodinger planteó en 1935 el experimento mental de imaginar una caja, donde además del gato, hubiera un frasco de veneno y un átomo de plutonio. Existía el 50% de probabilidades de que el átomo fusionara, hiciera estallar el frasco, se dispersara el veneno y muriese el gato. Y había el 50% de probabilidades de que eso no sucediera. Es decir, el gato estaba vivo y muerto al mismo tiempo, lo que crea mundos paralelos para ambos felinos. Tal como en los rentables multiversos Marvel.

Resulta oportuno reconocer aquí que el relato del detenido expresidente Castillo del pollo que estaba vivo y estaba muerto al mismo tiempo no era sino física cuántica. Ejercida dentro de las limitaciones de un sindicalista básico de tendencias cleptómanas, pero física cuántica pura y dura.

Alguna vez el profesor, el de la serie, soñaba con resolver la paradoja del gato en la caja. Para ello tendría que haber construido una máquina perfecta que permitiera transportarse a ese estado dual de ser y no ser al mismo tiempo. Y, desde ahí, acceder a esas otras vidas que no eligió. Pero no, prefirió pagar puntualmente las cuentas y conjugar la modorra de la supervivencia con el olor de su cónyuge.

Regresando de un bar, el profesor es secuestrado por un sujeto enmascarado. Le inyecta algo y pierde el conocimiento. Al despertar reconoce caras amigas que lo llaman por su nombre, pero su vida ya no es su vida. Ahora es un físico exitoso, frío y millonario que al parecer había estado desaparecido.

Ha despertado en una de las vidas paralelas que pudo haber tenido y que en efecto existe en otro mundo: su secuestrador había sido otra versión de él mismo –su antítesis– que añoraba lo que tenía su doble: la pequeña felicidad doméstica. Como dicen que decían las meretrices antes del porno por Internet, se desea lo que no se tiene y se tiene lo que no se desea.

En esa otra realidad paralela, el profesor sí pudo construir la máquina perfecta en su mundo. Y la usó para robarle la vida a un doble suyo.

El desarrollo de la historia trata de cómo un profesor secuestrado intenta regresar a su verdadero lugar. Recorre alternativas más interesantes y amables, pero solo quiere volver al suyo. El amor por su esposa –la verdadera, se cruza con varias ediciones de ella– genera una fuerza gravitacional invencible, irreductible e innegociable. Puñal que corta mi puñal es como Mocedades describía al amor de hombre en la canción homónima.

Sin que se dé cuenta, el espectador acaba revisitando los postulados científicos que sustentan la física cuántica: la hipótesis de muchos mundos, la teoría de la relatividad, la interpretación de Copenhague y, por supuesto, la provocadora teoría del gato de Schrodinger, susceptible de divulgarse localmente como el pollo de Schrodinger.

No se va a cometer la malcriadez de revelar el final. Sin dañar la sorpresa, se puede adelantar que esta historia hace ver con ojos más agradecidos, hasta sorprendidos, lo mucho o poco que se tenga en lo que a afecto elegido se refiere. La felicidad es una elección, no un destino. En cada decisión se va construyendo el mundo que merecemos.

En algún otro mundo, múltiple lector, otra versión suya está leyendo una columna que otra versión mía escribió sobre un tema diferente: el fracaso del fútbol peruano. Esta versión mía, más romántica, descartó ese tema hepático en favor de esta balada sentimental, aun a sabiendas de que estas cosas no sirven para nada, salvo para vivir.

En ese universo alterno sostenía que el fútbol peruano no tiene futuro. En este sostengo que el futuro reposa en cuatro letras capaces de generar la entereza para recorrer mundos ajenos en busca del propio, así este parezca poca cosa, que no lo es. Son cuatro letras que cantan los boleros, que los peluches desprestigian y que, leídas al revés, nombran la capital de Italia.

Ya es hora de que llegue la primavera.