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Transgénicos, ciencia y libertad

"La moratoria que prohíbe los cultivos transgénicos en el Perú condena al agricultor a la pobreza. Quienes defienden esta norma absurda son incapaces de explicar los supuestos efectos nocivos de los transgénicos".

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En el último Pleno del Congreso se propuso una ley de rescate financiero y asistencia económica para los agricultores de Piura afectados por la crisis hídrica. Iniciativas como estas se plantean con cada vez mayor frecuencia para atender las crecientes necesidades de agricultores de todas las regiones. Si no son las sequías, son las inundaciones; y si no es el agua, son las plagas, el cambio climático, o la degradación de los suelos. Esta es la apremiante realidad del campo peruano. Por desgracia, ni los fenómenos climáticos ni los patógenos son estáticos; al contrario, se agravan y agudizan, transformando la vida del agricultor en una guerra desigual, imposible de ganar sin nuevas tecnologías. Desarrollar semillas mejoradas con métodos tradicionales puede tardar hasta una década. Tiempo que nuestros campesinos no tienen.

Y mientras nuestro campo languidece y se llena de plagas y pesticidas, en otros países la biotecnología molecular ya produce plantas superiores de manera rápida y eficiente, sin atentar contra la salud, el medioambiente o la biodiversidad. Por eso, la moratoria que prohíbe los cultivos transgénicos en el Perú condena al agricultor a la pobreza. Quienes defienden esta norma absurda son incapaces de explicar los supuestos efectos nocivos de los transgénicos. Su postura no resiste el análisis científico. Cuando uno se los demuestra, corren a decir que esto no tiene que ver con la ciencia, sino con la percepción. Sí: ¡políticas públicas basadas en percepción! Por eso apelan al miedo y la desinformación, inspirados en un fuerte sesgo ideológico que romantiza la imagen del campesino peruano de poncho, chullo y ojotas; fiel a sus raíces pero pobre, improductivo e ignorante; amenazado por la economía de mercado, y altamente dependiente del Estado. Evidentemente, esta narrativa de nuestros políticos de izquierda, alta en dialéctica y lucha de clases —rica en cucos como el neoliberalismo, las transnacionales y el fujimorismo—, les da de comer a ellos pero no a nuestros agricultores. Sin herramientas biotecnológicas en el agro, es el contribuyente quien termina financiando rescates y subsidios, como ya hemos visto en Europa, y como pronto ocurrirá en Piura.