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Tribus politiqueras
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La semana pasada comparé a PPK con Michel Temer. El segundo fue elegido presidente de Brasil cuando se sabía que era corrupto. Está usando su primera y última oportunidad de ser presidente para hacer reformas. Acá el gobierno parece empeñado en defender al presidente. Las reformas vendrían después. O sea nunca en el escenario más probable.
Varios “líderes” de Fuerza Popular dicen que Keiko no hará reformas hasta que sea presidenta. Como PPK entró en la guerra sucia, y la DEA influyó en el resultado electoral, nuestro país perderá cinco años más. Se hicieron reformas en serio a inicios de los noventa. Saltamos para atrás las dos décadas previas. Y estamos, inmoralmente, botando el tiempo hace más de dos.
Ni tirios ni troyanos siquiera han planteado reformas que aíslen la lucha anticorrupción del desastre de corrupción y mediocridad del Poder Judicial y el Ministerio Público. O que eviten que las procuradoras sean actrices políticas o confundan su papel con la Fiscalía. O que se busque que especialistas estimen los costos de la corrupción, o modifiquen la legislación que los subestima groseramente. Esos son dos de los problemas que tienen parado a nuestro país. Y nadie que tenga alguna posibilidad de cambiarlos siquiera ha enunciado una propuesta.
La productividad cae desde 2008. La inversión privada cayó desde inicios de 2014. Hay fuertes vientos de cola que impulsarán la economía peruana. La precariedad institucional y la total ausencia de liderazgo no nos permitirán aprovecharlos. Pero estaremos mejor. Y podríamos estar mejor aún, ya que la situación política se definirá a partir del final del verano. Habrá más negocio. Pero no podemos seguir perdiendo el tiempo por las tribus politiqueras.
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