Me queda claro que el actual decano del CAL, Raúl Canelo, quiere incursionar en la política y desde la caviarada, pues solo probablemente por esa razón acaba de presentar ese recurso al TC para anular la norma que establece la lesa humanidad a partir del año 2002, en que entraron en vigor esos tratados (no creo que Canelo lo haya hecho por exhibicionista o por antimilitar porque es un tipo serio). De todas formas, el CAL desde hace tiempo ya no es lo que era antes, cuando pesaba tanto que un comunicado suyo hacía temblar a jueces, ministros de Justicia y hasta presidentes. Al dictador Velasco y a Alan García les remecieron bastante con sus comunicados sobre los irregulares contratos del oleoducto y el intento de estatización de la banca durante el “Aprocalipsis” (Velasco respondió deportando). Es que antes para ser decano del CAL había que ser una eminencia. No como desde hace unos años, en que cualquiera puede acabar de decano. ¡Hasta Aníbal Torres ha sido decano! Con esto no quiero menospreciar a Canelo. Pero Canelo ciertamente no es una eminencia del Derecho, como sí lo fueron sus predecesores Matías Manzanilla, Bustamante y Rivero, León Barandiarán, Ulises Montoya Manfredi, Alzamora Valdés, Ugarte del Pino, Max Arias Schreiber, Osterling, Bramont, Guillermo Ortiz de Zevallos, los dos Ferreros, Ricardo Elías Aparicio, Fernando Vidal, Andrés Aramburú o Avendaño, la mayoría brillantes tratadistas y catedráticos estupendos. ¿Qué ha pasado con el Perú que ya casi no aparece gente de ese nivel?
Una pena que la caviarada haya capturado al CAL, que era una de las pocas instituciones que no había caído en sus garras. Canelo está actuando con la misma demagogia que Azabache y otros abogaditos caviares. Un poco más y Gorriti terminará de decano honorario.
PD: Recomiendo el reciente y magnífico libro del maestro Arsenio Oré —que sí es como las eminencias de antes— sobre el caso Cocteles. Debería ser de lectura obligatoria en todas las facultades de Derecho.