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Las niñas y las bestias
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Según la última Encuesta de Relaciones Sociales (ENARES), el 74% de niños y niñas peruanos entre 9 y 11 años ha sufrido alguna vez violencia en sus hogares, porcentaje que aumenta a 81% en adolescentes. Al menos el 80% de las niñas y adolescentes que acuden a hogares de acogida han sido abusadas en su entorno familiar, sea por padres, tíos, hermanos, abuelos.
Si, además, se trata de un entorno de pobreza, la desgracia de la niña víctima no termina jamás. Si su madre llega a verla siendo abusada por algún hombre de la casa, es muy probable que calle, porque si lo denuncia, irá preso, y si va preso, no hay quién pare la olla. Solo el 24% de mujeres en condiciones de pobreza son jefas del hogar, el 76% son hombres (INEI, 2017).
Si se trata de una niña valiente que decide denunciar, al menos contándole a su madre lo ocurrido, lo que tendrá que soportar en adelante es que se la culpe por inventar historias. Si la niña pide ayuda, su propia familia puede acusarla de traidora y culparla del encarcelamiento del patriarca u hombre de la casa.
Si la niña, además, queda embarazada, tendrá que enfrentarse a un sistema donde abunda la misoginia, siempre lista para culparla del abuso y para prohibirle abortar. Si la niña decide tener al hijo producto de la violación de su padre, hermano o abuelo, las posibilidades de que ese bebé nazca con problemas es alta, por incesto; por tanto, su rechazo será mayor, por tratarse, no solo del brutal recuerdo de una violación, sino, además, de un hijo defectuoso.
Si la niña tiene la opción de ser acogida por un hogar y acceder a tener estudios para salir adelante, luego cumplirá los 18 y tendrá que salir a la calle con un bebé de cuatro o seis años en brazos y un pasado que genera todo tipo de prejuicios y miedos, con el que nadie quiere socializar.
Una niña violada por los hombres de su propia familia es una niña partida en mil pedazos. Su familia deja de existir y el Estado, que debería acogerla, es uno donde las decisiones las toman otros hombres, padres de la patria en teoría, que en sus estúpidas discusiones recurrirán al ninguneo, la burla, la estigmatización, que si la falda muy corta, la boca pintada, que por qué tan tarde en la calle.
Luego se rasgarán las vestiduras en defensa de la vida y hablarán en nombre de Dios y de cómo Él se ofendería si la víctima decide abortar porque no soporta llevar dentro de su cuerpo a un hijo de un violador que, además, es su padre, su hermano, su abuelo.
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