Mañana son las elecciones en el país llanero y como no ocurría en anteriores oportunidades, que –desde la captura del poder por el chavismo– fueron meras pantomimas electorales, esta vez asoma la esperanza.
Es multitudinario el fervor democrático que se observa en calles y plazas en favor del candidato de la oposición, Edmundo González, quien tiene como pivote a María Corina Machado, el verdadero rostro de la batalla política contra la dictadura, una valerosa mujer que ha debido enfrentar todo tipo de obstáculos, ataques y hostigamientos del sátrapa chavista.
Pero los venezolanos no podrán hacerlo solos. Se requiere de pronunciamientos enérgicos de la comunidad internacional para exigir transparencia, legalidad y respeto al voto. Perú lo hizo hace poco, sin embargo, se esperan posiciones más decididas de otras grandes naciones, organismos supranacionales e instancias jurídicas que puedan vigilar de cerca el desarrollo de los comicios. Los demócratas del mundo entero deben permanecer alertas a lo que suceda el domingo.
Recordemos que Maduro, aparte de poseer todavía gran poder sobre las fuerzas armadas y los tribunales de justicia, ha amenazado a sus connacionales con un “baño de sangre” si el voto popular se inclina por el bando opositor, al que –en su lenguaje ramplón y demagógico– tilda ridículamente de ‘fascistas’. El único autócrata de esas comarcas es, justamente, quien en estos momentos ocupa el sillón presidencial.
Se ha visto además que de la red de apoyo internacional que forjó el chavismo ya no quedan sino unos cuantos mandatarios igualmente corruptos y abiertamente autoritarios. Incluso presidentes izquierdistas de la región, como Lula (Brasil) y Gabriel Boric (Chile), han sido claros en rechazar la amenaza de Maduro y exigir respeto por la soberanía popular que se expresará el domingo en las urnas.
Con cinco millones de ciudadanos emigrados, huyendo de la miseria y los abusos del poder hacia los países vecinos, estos y otros jefes de Estado saben de lo que hablan. Solo en el Perú –no precisamente un país próspero en estos momentos– se calcula en cerca de dos millones el número de venezolanos que han arribado en los últimos años a territorio nacional en busca de un futuro al menos viable.
La derrota del dictador podría significar el fin del sufrimiento de millones de venezolanos y el renacer de un país que en algún momento fue grande, antes de caer en manos del chavismo. Que así sea.