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A ver si hacemos una
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La elección de Alberto Fujimori en 1990 y el autogolpe de 1992 remataron a los partidos políticos, a los que había arrasado el desborde popular, el que realmente los debilitó. Tres años antes habíamos elegido al ‘hermanón’ Belmont tras varias Teletón. Su símbolo de un árbol ganó hasta donde no tenía candidatos.
Alberto Fujimori evitó que vaquen a PPK. No sé por qué algunos hablan de facciones, si es un partido caudillista. Tiene asesores, no operadores. Las bases siempre fueron suyas. Tendrá el partido y lo que necesite porque el proyecto Fujimori se ha reforzado considerablemente. Este incluye a los tres, obviamente. Tienen todo el poder que antes les fue esquivo por torpes. Y más.
¿Y los partidos políticos? ¿Y los líderes de opinión? Es nuestra responsabilidad que la política sea, por lo general, una guerra de tronos de inmorales mediocres. ¿Qué más tiene que pasar para que entendamos que no vamos a desarrollarnos sin partidos? No hay ni uno en realidad. Sobran los mercas, coimeros, narcos y demás.
Es nuestra responsabilidad que haya estabilidad y se adopten reformas. Perdimos dos décadas. ¿No queremos un buen sistema anticorrupción? ¿Y evitar el financiamiento de campañas? ¿Y profesionalizar el Estado?
La lista de propuestas de reformas institucionales y de políticas públicas es amplia. Pero no van a adoptarse espontáneamente, ni podemos esperar gran cosa de este gobierno. Tenemos que proponer y actuar para que ocurra.
Ahora es cuando aparecen los líderes, donde los partidos enfrentan el reto de pasar del discurso a la acción, donde los líderes asumen o no la responsabilidad de estar bien informados y de hacer más de lo que deberían.
Eso es exactamente lo que tienen que hacer, a ver si dejamos de preocuparnos por los dominicales y asumimos un papel de verdadero liderazgo.
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