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Violencia primaria
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Volvió la presencialidad y con ella la amenaza del bullying en los colegios. Y no es que se había ido durante la pandemia, pues informes señalan que también se hacía de manera virtual. Pero con el retorno físico de los alumnos a los planteles, el problema se potencializa.
Por lo pronto han salido a la luz dos casos, uno en Piura y otro en Lima, y no precisamente de colegios públicos, donde se han registrado episodios de violencia realmente preocupantes. Y que, como es de esperarse, gracias a los dispositivos tecnológicos, multiplican sus efectos perniciosos al diseminarse sin control alguno a través de las redes sociales.
El Ministerio Público y la respectiva Dirección Regional de Educación ya investigan lo ocurrido, pero lo que muchos temen es que se trate solo de la punta del iceberg, ya que la conducta de los escolares puede estar muy afectada luego de dos años de encierros, decesos de familiares o amigos, pánicos colectivos y, en general, minúsculo contacto social fuera del círculo inmediato. La pandemia va quedando atrás, aparentemente, pero no sus consecuencias psicológicas y económicas, por lo que la reinserción de los educandos en los colegios debe ser seguida con cuidado y atención permanente.
Por supuesto que los cambios de ministros en el Minedu –cada uno con su propia plana mayor, cortando cualquier política que se hubiera implementado en la gestión anterior–, los escándalos que debilitan su liderazgo nacional, así como el manoseo del currículo escolar que promueve el Congreso, tampoco ayudan en nada.
Mucho menos la noticia de que, en los cinco primeros meses del año, la inversión ejecutada por el Gobierno en el sector es irrisoria pues, según los especialistas, apenas supera el 15% de lo programado por el presupuesto público. Y eso que el presidente se llena la boca repitiendo que es un maestro de escuela y que los niños son su prioridad.
Pero más allá de lo que ya sabemos que se trata de una incompetencia gubernamental generalizada y demostrada hasta la náusea, es obligación de las autoridades educativas combatir el drama del bullying y aplicar los protocolos respectivos. El colegio no puede convertirse en un espacio social obligatorio que aterrorice a un niño. A ni uno solo.
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