Este Congreso y el Gobierno se han vuelto fuente inagotable de memes, con excesivo empeño y claro enfoque en resultados. Esta semana ya se superaron los límites de lo sorprendente/patético con la solicitud no correspondida del presidente de la Comisión de Educación de tres hurras por los congresistas del Bicentenario. Como si la realidad no fuera suficientemente vergonzante, ha subido a redes una versión superponiendo aplausos y vítores en off. Así nos tratan los congresistas del Bicentenario.
Como ha reseñado este diario, las presidencias de las comisiones del Congreso han sido asumidas en gran cantidad de casos por congresistas con múltiples y graves cuestionamientos. En el Perú existe la tradición de que las presidencias de las comisiones cambien cada año y se dé la oportunidad a nuevos congresistas. Ello genera casi siempre una tendencia hacia la baja en términos de los méritos de quienes asumen la responsabilidad de presidir las comisiones. Al cabo de algunos años legislativos, se está raspando el concolón para asignarlas. No recuerdo una relación tan cuestionada.
Cité el sábado anterior una frase de Martín Hidalgo que me parece fundamentalmente cierta y muy grave, no solo para lo que falta de este Congreso, sino hacia adelante: “Hoy más negocio es ser bancada que Gobierno”.
Lo que permite un juego político mínimamente sano es que las agrupaciones políticas se disputen ser Gobierno, cada uno desde su perspectiva de lo que se debería hacer desde esa posición. Esa lucha por ser Gobierno implica una competencia que tendrá muchas fallas posibles, pero al menos permite cierta cooperación hacia objetivos nacionales generales. Si, en cambio, lo que se busca es ser bancada y negociar beneficios por prestar esa tajada de poder, ya no hay esa posibilidad. Es verdad que ser Gobierno en un país tan complicado es mucho más arriesgado que ser bancada, pero eso solo nos deja un Congreso eminentemente transaccional y un Ejecutivo débil y sin norte.
En las próximas elecciones, con 35 o hasta 60 candidatos, además de listas a senadores y diputados, el riesgo de tener un peor Congreso (más fraccionado, con bancadas más interesadas en sacar provecho de su pedazo de poder que de hacer realidad su visión de país) es alto. Buena parte del poder estará concentrado en el Senado, 60 peruanos que determinarán si se puede reparar un poco lo que hemos perdido de institucionalidad; si se combate o no las economías ilegales; si se logra mantener la solidez macroeconómica que hoy empieza a arriesgarse; y si el país apuesta por una reforma del Estado que haga que este efectivamente sirva para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Pero eso solo se logra si es que tenemos, al menos, una base mínima de senadores capaces y bien intencionados.
Aunque haber incluido el voto preferencial sea perjudicial para fortalecer los partidos, nada va a ser más importante que su uso con criterio para el Senado en las nuevas elecciones. En quiénes se elija para esos cargos nos jugamos el futuro del país. En cada partido, habrá que hacer todo lo posible para que quien reciba más votos preferenciales sea el mejor de su lista. Va a ser inmanejable procesar la información de 35 a 60 listas, pero es vital poner el foco en quiénes son los mejores candidatos al Senado de cada lista.
Ojalá que se aprueben las iniciativas propuestas para facilitar alianzas y poner filtros a quienes pueden candidatear. Lo primero, no debería ser tan difícil, porque a más de la mitad de los congresistas hoy le convendría esa opción. Solo a los partidos que apuestan a una estrategia de polarización de extremos (mi cuco es menos malo que el tuyo) les conviene penalizar alianzas. Lo segundo, establecer filtros mínimamente razonables para que los candidatos tengan una hoja de vida limpia y no un prontuario es más difícil. Si no se logra, habría que recoger firmas para presionar. Cualquiera de los nuevos partidos que buscan notoriedad podría hacer win-win con eso.