Resulta difícil concentrarse cuando una está en el centro de una tragedia sin parangón. Escribo desde Valencia, España.
Desde aquí me pregunto, si además de los embates que tienen su origen en el indiscutible cambio climático, hemos de sufrir los que nos provocaría un Donald Trump al frente del puesto más difícil del mundo.
Es tan mínima la diferencia de votos que hay entre Kamala y Trump, que no es posible vaticinar. Es injusto que el futuro de los estadounidenses y del resto del mundo esté en manos de unos pocos: los electores de Pensilvania.
¿Qué se puede esperar de un hombre que hace del insulto y de la burda parodia su principal mensaje? Que, casado con una inmigrante, diga las barbaridades que dice de los que llegan a su país. De uno que se alía con Putin; o que repite que hará una “América” más grande. Como si el continente fuera suyo.
Son los últimos días de campaña, en los que los errores tendrán un efecto definitivo.
Trump cometió el pasado sábado uno garrafal al tildar de basura a los boricuas.
El mundo latino reaccionó indignado. La ola puertorriqueña alzó la voz. Bajaron los puntos Trump.
Volvieron a subir sus puntos con la torpeza de Biden al usar el mismo adjetivo para los seguidores de Trump. Uno a uno en términos futbolísticos.
Pero afortunadamente otro error del misógino Trump le da ventaja a Kamala: “Protegeré a las mujeres aunque ellas no lo quieran”.
¿Qué se habrá creído este delincuente declarado? Rubén Darío se preguntaba, “¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?” Ahora hay que preguntarse ¿tantos millones de seres hemos de quedarnos impasibles ante esto que se nos avecina?
Ciudadanos de Pensilvania por favor, voten, pero voten con sentido.