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VRAEM y censura a la vista
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La congresista fujimorista María Melgarejo presentó un proyecto de ley sobre cine cuyo art. 9 es una puerta abierta a la censura: los guiones seleccionados en concursos del Ministerio de Cultura “no podrán incurrir en apología del terrorismo”.
Así, el comité de selección se convertiría en un grupo de censores. ¿Y qué se calificará como apología? Por lo que se ha visto ahora último, no sería solo presentar “favorablemente” a SL o al MRTA, sino también mostrar violaciones de derechos humanos cometidas por el Estado. Un absurdo esfuerzo por borrar de la memoria lo ocurrido en los años de violencia, que, de haberse aplicado antes, se habría traído abajo el cine peruano reciente: La boca de lobo, Días de Santiago, La última tarde, NN, Magallanes, La casa rosada…
Es de esperarse que el proyecto no prospere. De otro modo, ¿por qué no censurar la literatura, la pintura (recuérdense Sarhua), la artesanía, la escultura y, por último, los medios de comunicación? ¿En qué quedó lo dicho por Keiko Fujimori el 2015, cuando como candidata garantizaba la democracia y reconocía como positivo el trabajo de la CVR?
Ocultar abusos y abandonos, en el arte o la realidad, no es el camino. “En Vizcatán del Ene no tenemos atención, no tenemos carreteras ni infraestructura educativa. (…) Nadie nos ha visitado”, declaró Jhony Arce, alcalde del distrito que él mismo llama “el corazón del VRAEM” (La República, 12.6.2018). Negarse a ver la realidad posconflicto es grave. La lucha por evitar que resurja SL pasa por recordar, para no volver a errar, y por terminar con el divorcio del Estado respecto a zonas como el VRAEM. Por eso, basta de intentar tapar el sol con un dedo.
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