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¿Ya hablamos de recesión?
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La situación en Madrid y en Europa no tiene precedentes para las generaciones actuales. Se ha cerrado centros educativos, entre ellos colegios y universidades, clausurado bibliotecas y teatros municipales y prohibido los actos que puedan aglomerar a más de 1.000 personas. Italia está virtualmente clausurada; todos los comercios a excepción de los más básicos (farmacias y supermercados) han tenido que cerrar sus puertas.
En términos económicos, el coronavirus ha pulverizado las bolsas del mundo: El Ibex35 cerró el jueves 14 en -14.06%, la peor caída de su historia. Ese mismo día el Dow Industrial Average se desplomaba 10%, un descenso que no se veía desde 1987 y el S&P 500 terminó colocándose a -1% desde el 2008, cuando solamente el 19 de febrero estaba a +35% desde la crisis financiera.
Soy de esos que cree que la bolsa no es un reflejo inmediato ni mucho menos preciso de la económica de un país, aunque Trump crea lo contrario.
La bolsa más bien refleja los sentimientos y preocupaciones de instituciones e inversionistas respecto al futuro desempeño del mercado laboral, la solidez empresarial, el nivel de consumo y por supuesto de inversión. Un barómetro importante pero no total.
¿Estamos ante una situación similar a la del 2008? No. Aunque inmediatamente los efectos serán los mismos (i.e. bajo consumo, inversión anquilosada, desconfianza generalizada), el cariz de la crisis, a diferencia de la del 2008, no recae sobre un problema estructural.
En aquella oportunidad, una crisis hipotecaria derivó en una crisis financiera que finalmente tuvo un impacto profundo en el mercado laboral dejando a millones sin empleo y por lo tanto deprimiendo el consumo y la inversión.
Muchos analistas consideraban que la bolsa americana, que venía disfrutando del crecimiento más largo de su historia (bull market), ya necesitaba de una perentoria corrección. Aunque ese ajuste era inevitable, la incertidumbre del coronavirus ha servido de catalizador sobre los sentimientos de los inversionistas, pues aunque el desempleo americano se encuentre en mínimos históricos, se prevé que el consumo bajará porque no hay mucho en qué consumir.
Restaurantes, teatros, estadios y en general todos los negocios que contengan un factor recreacional serán los más afectados; la población se mantiene alejada de cualquier lugar que represente un alto riesgo de contagio. Las secuelas económicas a largo plazo dependerán de cuánto tiempo dure el pánico y del tipo de medidas que tomen los gobiernos a corto plazo, en algunos círculos ya se habla de un TARP 2.0.
¿Y qué pasa con el Perú? Un número reducido de empresas profesionales permitirán el teletrabajo, pero en cuanto al autónomo, al peruano común y corriente, el de la carretilla, el del negocio, la de la tienda, trabajar desde casa es imposible. Si nuestras autoridades no hubieran tomado medidas draconianas, el impacto económico en nuestro país sería fulminante y también la desobediencia civil.
A diferencia de algunos gobiernos europeos, no es previsible que el Ejecutivo decrete una serie de medidas apaciguadoras como programas de alivio económico a familias con hijos o prestaciones por desempleo, principalmente porque nuestra económica es mayoritariamente informal y porque carecemos de los medios a través de los cuales ejecutarlos.
En los meses venideros iremos conociendo con mayor detalle la situación específica de cada intermediario de la economía. La evolución del caso italiano será el más importante, pues su economía está compuesta en un 95% por empresas con menos de 10 trabajadores. Se analizará el impacto que tuvo la masiva deuda corporativa en las empresas y por supuesto también si las medidas tomadas por los bancos centrales fueron acertadas.
Esta vez las políticas monetarias no podrán ser de mucha ayuda; años de excesos han dejado inútiles sus efectos y con los intereses en mínimos históricos estamos confinados en una trampa de liquidez.
El coronavirus, aunque más agresivo que la gripe y más contagioso, no es una sentencia de muerte. No obstante, uno no puede dejar de preguntarse, ¿y si fuera tan letal como el ébola y se esparciera con gran facilidad? Ya puede comenzar a imaginarlo.
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