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No poder decir adiós: las pérdidas en tiempos de COVID-19 [CRÓNICA]

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Fecha Actualización
A Laura la despertó una llamada de madrugada. Le informaron que su amigo había muerto por coronavirus. Ella empezó a llorar, tenía tanto que decirle. Él, un abogado peruano, casado y con un hijo, llevaba una semana hospitalizado. Iba recuperándose favorablemente. Laura creía que pronto le darían el alta.
Nada de eso pasó. Ni su familia pudo despedirse. Las cenizas fueron entregadas luego de 24 horas, tal como dicta el protocolo en España. Todo ha cambiado. No hay más abrazos, no hay un velatorio con el cuerpo presente ni un último adiós.
SIMPLIFICAR PROCESOS
Lo que se vive en España se replica en Perú. A fines de marzo, el Ministerio de Salud publicó una directiva sobre el manejo de cadáveres. La guía sigue las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. El nuevo coronavirus ha dejado 90 mil fallecidos a nivel global.
El documento indica que todos los fallecidos a causa del COVID-19 tendrán una despedida rápida. Luego de que las autoridades confirmen el deceso, ya sea en el hospital, en la vía pública o en casa, el cuerpo será puesto en una bolsa hermética. En breve, los trabajadores de la funeraria, debidamente equipados, deberán trasladar el cadáver a un cajón. Lo que sigue es el camino al lugar donde va a ser cremado o inhumado. El procedimiento no debe durar más de 24 horas.
El mismo proceso aplica para los casos sospechosos. Se acabaron los velatorios, las coronas de flores, la misa, las galletas y el café. Los difuntos se quedan con la misma ropa con la que fallecieron, así sea la fría bata de un hospital.
LAS CREMACIONES
“En los cadáveres aún hay fluidos que pueden ser contaminantes, espacios cerrados en el cuerpo que se liberen y contaminen”. Las palabras son de Yuri Cutipé, director de Salud Mental del Minsa. Esta oficina es la encargada de supervisar que el protocolo se cumpla en todo el país. El especialista aclara que si bien lo más recomendable es cremar el cadáver, la norma también permite la inhumación del cuerpo. En el primer caso solo se permite que dos personas asistan al procedimiento funerario, mientras que para el segundo, solo se admiten hasta cinco familiares.
Esta flexibilidad se debe a que no todas las localidades poseen crematorios. Un informe de la Defensoría del Pueblo señaló que en Lima tan solo existen dos crematorios públicos y cuatro privados. En el interior del país la situación es más angustiante: solo hay dos crematorios públicos y 12 privados. En todos los casos los precios son bastante elevados.
El gerente comercial de la funeraria Campo Fe, Constante Castillo, señala que teniendo en cuenta que cada proceso de incineración tiene una duración de dos horas, Lima podría realizar hasta 60 cremaciones diarias. En el caso de Campo Fe, la empresa maneja un crematorio en Puente Piedra. Allí –indica Castillo– normalmente se realizan dos incineraciones al día, pero lo más probable es que la frecuencia aumente en estos días. Por lo pronto, la empresa ha puesto ese horno a disposición del gobierno de forma gratuita.
UN DOLOR DESCONOCIDO
Pacientes muriendo solos. Familiares que nunca podrán decir adiós. Ataúdes a la espera de su destino final. El coronavirus ha creado un nuevo nivel de dolor. “El mundo entero se encuentra en un proceso de duelo porque la vida que teníamos antes no va a ser igual. El duelo se está viendo completamente alterado”, menciona la psicoterapeuta Andrea Dam, quien desde su hogar continúa atendiendo por estos días a adolescentes, adultos, parejas y familias en sus terapias.
La especialista indica que no poder despedirse de un familiar “es una sensación de frustración, un dolor desconocido. No estamos preparados para soportar algo así”.
Y tampoco hay espacio para los velorios. “Ya no podrán cumplir con la tradición de velar a sus muertos. Y no solo se trata de eso, sino de abrazar, recibir el pésame, el consuelo. Debe dejar una marca profunda”, sostiene el padre Edwin Vásquez Ghersi, sacerdote jesuita y docente de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Lo que debemos rescatar de este proceso, sostiene el padre Edwin, es que este sacrificio se realiza por “un bien mayor, el cual es preservar la vida”, no solo de uno, sino de la sociedad en general.
El Minsa ha destinado a especialistas para acompañar a los familiares. “La idea es acompañarlos en este duelo particular”, sostiene el médico Yuri Cutipé. Este trabajo se viene realizando a diario a través de llamadas telefónicas.
De forma paralela, la psicoterapeuta indica que es recomendable que las personas que vienen atravesando estas pérdidas busquen algún “tipo de rito que permita despedirse de su ser querido”. Siempre teniendo en cuenta las creencias. Entre los ejemplos que señala se encuentran el realizar algún rezo común o despedirse de forma simbólica.
El mundo ya no es el mismo. Y nos venimos dando cuenta de eso a golpes. Hasta el momento, más de cien peruanos han fallecido a causa de este virus. Son muchos más los que lloran a sus muertos. Todo se ha puesto cuesta arriba. Decir adiós nunca fue tan valioso como ahora.