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Crónica21: “Manuel lloraba mucho, no se sentía completo. Hoy soy Emmanuelle”

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“Manuel lloraba mucho, no se sentía completo. Hoy soy Emmanuelle”, dice orgullosa. (José Rojas/GEC)
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La periodista de amplia trayectoria cuenta su historia. (José Rojas/GEC)
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Emmanuelle Cadenas tomó la decisión de ser como realmente siempre lo deseó. (José Rojas/GEC)
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Tiempo de cambiar. "Si algo me definió durante muchos años, es ser padre", dice Emmanuelle Cadenas. Tiene tres hijos y una nieta. (José Rojas/GEC)
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Hace diez meses sacó del clóset a la mujer que lo habitaba. (José Rojas/GEC)
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La periodista de amplia trayectoria cuenta su historia. (José Rojas/GEC)
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Emmanuelle Cadenas tomó la decisión de ser como realmente siempre lo deseó. (José Rojas/GEC)
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Tiempo de cambiar. "Si algo me definió durante muchos años, es ser padre", dice Emmanuelle Cadenas. Tiene tres hijos y una nieta. (José Rojas/GEC)
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Hace diez meses sacó del clóset a la mujer que lo habitaba. (José Rojas/GEC)
Fecha Actualización
Nunca pensé en un nombre, pero cuando lo consideré, elegí Emmanuelle. En hebreo significa ‘Dios está con nosotros’. Soy teóloga, creyente y, además, me hacía acordar a una película erótica de los setenta.
(Conocí a Manuel Cadenas Mujica en 1994, en el desaparecido diario El Mundo. Siempre me llamó la atención su talento y esa sonrisa tan cálida. En ese tiempo yo estaba fuera del clóset, pero nunca hablamos del tema. Coincidimos en otros espacios. Últimamente con un chilcano de por medio, pues a Manuel le debemos la Semana del Chilcano, su creación). Esta tarde de la entrevista llega Emmanuelle, con unos tacos que jamás yo podría usar, un maquillaje perfecto que nunca he buscado, y una delicadeza que no me identifica.
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No hago cuestión de Estado. Entiendo que a las personas, sobre todo las que me conocen de toda la vida, les cuesta y lo comprendo.
Les he pedido que me traten de manera femenina. Pero para mis hijos soy su papá y no me fastidia. Los 52 años que viví desarrollando una identidad masculina no los puedo tirar por la borda, no los odio, no los detesto. Respeto los procesos de las personas que me acompañan tantos años como mis hijos, mi esposa y los que están alrededor. Una amiga siempre dice: “Te tomó 52 años asumirlo, dales tiempo y espacio también a las personas para que lo hagan” y tiene razón. Hoy tengo 53. Parte de lo que significa aceptar la identidad de género tiene que ver con la consideración, con el respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
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Mi esposa me llama Manu. Aceptarse como una persona transgénero es admitir que no somos como los demás, como la sociedad espera o nosotros mismos esperábamos. O como querían nuestros padres. Ese fue mi conflicto durante muchos años. Hasta no hace más de una década me preguntaba cómo atrayéndome las mujeres yo siento desde siempre esta identidad femenina. No lo entendía, para mí era un plato difícil, un trago difícil de digerir.
(Veo el Facebook de Emmanuelle, en el que aparece al lado de su esposa y sus tres hijos. La veo con una sonrisa inmensa, pero sobre todo con una tranquilidad que posiblemente solo alcanzas cuando vives como quieres).
“Para ninguna esposa es algo fácil, pero ella lo tiene que contar. Es una mujer muy empoderada, feminista y también cristiana. La admiro mucho”.
Más que infelicidad vivía una falta de plenitud. La felicidad es un concepto que está sobreestimado. Somos inmensamente felices y alegres en determinados momentos y nos sentimos todo lo contrario luego. Pero sí, me sentía profundamente infeliz.
Nací y crecí en el Rímac, barrio bravo, barrio con patrones culturales muy radicales, muy machistas, hasta machirulos, donde si no calzabas en el esquema, eras un maricón de mierda y, como yo no sentía atracción hacia los chicos, entonces era un chico. En ese concepto homofóbico de la sociedad yo no quería que nadie me viera así. Estudié en un colegio de varones en el Centro de Lima. Ya era suficiente con ser blanquiñoso en un barrio popular. Fui la oveja blanca. En mi adolescencia y mi niñez tuve muchísimas carencias económicas, y no quería sumar un problema más. Ese fue mi mecanismo de defensa, de subsistencia, que me forjé intuitivamente para que esta sociedad no me haga de lado. Era suficiente con ser un poeta en medio de una sociedad donde todos querían ser médicos e ingenieros. Y ser músico. Cantar era suficiente mariconada como para darme ese lujo y digo este término por cómo se usa, por el tono peyorativo que siempre se le dio e imagino que eso activó en mí esa defensa, pero estaba en mí, siempre estuvo, en toda mi existencia tuve ese deseo de expresar mi identidad de género de una manera más clara aunque no lo supiera en esos términos.
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Ser gay o transexual era una rareza. La palabra que sonaba era travesti, afeminado. Una palabra con una profunda carga homofóbica.
He sido una persona religiosa durante casi toda mi vida. Soy teóloga e incluso fui pastora en un colegio cristiano. Nadie supo jamás que tenía este conflicto de identidad de género, ni mis mejores amigos. Me encargué de sepultarlo, como que eso no cuadraba, no encajaba.
Los primeros que se enteran son mi esposa, mi psicóloga, algunos amigos y mis hijos a continuación.
Me tuve que armar de valor. Con tu pareja tienes una intimidad y puedes tener esa apertura más cercana de compartir algo tan íntimo, en cuanto a los hijos tú tienes una imagen establecida, mucho más como un prototipo para ellos. Con mis hijos tengo una relación muy cercana; si algo me definió durante muchos años, es ser padre y para mí eso ha sido definitorio, ha sido el motor de mi vida. Fue muy difícil pero supe que si no lo sabían, nunca iba a estar completo. Mis hijos son tres personas maravillosas, son un regalo y cada uno de ellos respondió con una empatía, un cariño y una inteligencia que me hizo pensar que a veces subestimamos a nuestros hijos en su capacidad de comprender la vida. Claro, mis hijos son adultos. Yo ya soy una abuela, tengo una nieta de diez años. Mi hija mayor tiene 29, la segunda 28 y el último tiene 24. Los tres son cristianos evangélicos, pero estamos viviendo una época importante, en la que empezamos a comprender que el valor humano trasciende las religiones, la política, y cualquier parámetro que nos podamos establecer. Valemos solo por el hecho de ser humanos. Esta es una generación que lo está comprendiendo y eso da esperanza. Son muchas décadas de haber tenido a Emmanuelle recluida, sepultada. Recién la conozco, y empiezo a entenderla, aceptarla, amarla.
(Esta etapa es un empezar de nuevo, un reto. Cuenta que su padre siempre dijo: “A lo hecho pecho, y ahora hay un poquito más de pecho”. Bromea. Las tetas allí, como símbolo de lo femenino. Un estereotipo quizás, pero una mujer trans las quiere, las desea).
Mi esposa y algunas amigas me decían para qué te pones brasier si nosotras ya no queremos usarlo, queremos liberarnos. Para una persona transgénero es distinto. Lo que para ustedes puede ser opresor para nosotras es liberador.
“Muchas personas trans a veces consideramos que hubiera sido mejor no serlo y una se cuestiona y dice por qué me tocó a mí. Es duro. Se llora, se llora”.
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EL RECHAZO
Las madres no preguntan, las madres te aman. Mi madre me ama, me recibe, me abraza y me quiere. Mis hermanos también.
Me pregunto qué pasa con todos esos niños y adolescentes que son atormentados y bombardeados por ideas que les enseñan que ser uno mismo puede ser un pecado.
Es horrible ser rechazado por la sociedad. No he recibido insultos en la calle, pero sí miradas, sobre todo de personas mayores que te ven con desprecio. Cuando eso pasa, yo les planto la mirada. Es la única respuesta que uno puede dar. En las redes sociales, la gente es más agresiva. Pero una no llega a los 53 años sin haber recibido muchos golpes en la vida, una tiene ciertos recursos para enfrentar que un adolescente no.
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EL TIEMPO
Empecé los cambios poco a poco. Con la concha que me manejo, primero me puse aretes, me depilé y empecé a maquillarme, a usar un poco diferente la ropa e ir a trabajar así. Me puse hormonas. ¿Hasta dónde será este cambio? No lo sé. Indudablemente a mí me gustan las chicas, de modo que hay cosas a las que probablemente no llegue y, además, tengo temas de salud que cuidar a mi edad. No todo es posible. Mi nombre hoy no lo pienso cambiar en Reniec, eventualmente sí.
Quisiera ser más joven y no esperar tanto para verme como quisiera. Pero lo que veo hoy me encanta y lo que veo me hace sentir muy en paz. La armonía interior no tiene precio y nadie tiene el derecho de impedir la armonía interior de nadie. Ni uno mismo. Ni la familia.
Me dijo mi terapeuta: “Debes considerar siempre que estás haciendo un luto porque hay una persona que te acompañó 53 años y la estás despidiendo”. Pero uno no dice adiós a las personas de inmediato.
Manuel lloraba, mucho. No se sentía completo. Me siento muchísimo mejor hoy, con mucha ilusión y también con un propósito: quisiera ser un vehículo para una mayor comprensión de lo que sienten personas como yo. No hay nada que justifique no ser lo que queremos.
(Manuel lloraba. Emmanuelle sonríe. No es tarde para tener la vida que soñó, nunca es tarde para encontrarse una misma).
DATO
- Transgénero es una persona cuya autopercepción del género no coincide con el sexo asignado al nacer. No tiene nada que ver con la orientación sexual.