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Carlos Meléndez: “El Perú es el país de la calma chicha”

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El politólogo Carlos Meléndez duda de que las elecciones de este mes traigan cambios significativos, pero está convencido de que el paso de Vizcarra por el poder sí dejará una huella perdurable en la manera de hacer política en el Perú. Aunque no es optimista respecto a nuestra clase política, está convencido de que hay razones para ver el futuro con esperanza.
Este martes presentas el libro 30-S Anatomía de una disolución. ¿Quiénes son los claros ganadores y perdedores de este proceso?
El ganador claramente es Vizcarra. Es el presidente que ha logrado imponer su agenda y su estilo. Un estilo que ha sintonizado con el clamor popular, que no es necesariamente institucional. Vivimos ya el afianzamiento de una cultura política reñida con la institucionalidad, en la que vemos la disolución del Congreso como un hecho natural (…). Unos piensan que fue constitucional, otros no. Pero finalmente es parte ya de las reglas de juego.
¿Nuestra institucionalidad se ha visto afectada como consecuencia?
Un cierre del Congreso no resuelve los problemas de fondo de la ciudadanía. Te calma a la gente. Deja a la gente con un ánimo de satisfacción, de revancha (…), pero luego de eso no construye una nueva representación (…). Yo creo que el Parlamento que se viene va a ser menos representativo.
¿Por qué lo crees?
El voto inválido está creciendo y no nos damos cuenta. En las parlamentarias de 2016 fue de 35% (…). Ese porcentaje podría ser 40% en esta elección (…) eso te genera un efecto: el próximo Congreso va a sobrerepresentar minorías. Grupos que tienen el 10% van a tener más de 30 parlamentarios (…) ¿Y qué pasa con la gente que ha votado viciado, nulo (…) dónde está su representación?
La mayoría de escaños quedará en manos de partidos que estuvieron en el Congreso anterior. Si lo que se buscaba era renovación, ¿por qué no estamos votando por otras alternativas?
Las alternativas tampoco están generando una opción distinta a lo que el establishment político da (…). No podemos inventar una nueva raza política, por decirlo de algún modo, de una elección a otra (…). Lo que ha predominado no es la renovación sino el reciclaje. Viejas figuras han encontrado nuevas agrupaciones y algunos partidos se fortalecen promoviendo sus cuadros, que es el caso de Acción Popular.
Hablamos de un claro ganador de la disolución que es Vizcarra. Supongo que el claro perdedor sería el fujimorismo. ¿Qué tan duro ha sido el golpe?
Muy duro. Es un escenario complicado para la historia del fujimorismo (…). Pero dentro de todo sorprende el voto duro que mantiene, alrededor del 8% o 9%. Fueron muy hábiles en sus últimos años en atraer simpatizantes e independientes, pero su voto duro siempre ha estado alrededor del 8% o 9%. Es la minoría más fuerte que hay en el país. En un escenario de alta fragmentación, de pulverización de opciones políticas, ese porcentaje le basta para ser un perdedor que no está tan en la lona como algunos creen.
Considerando que Vizcarra no puede participar en 2020 ni en 2021, ¿qué fuerza capitalizará los réditos políticos de lo sucedido este año?
Salvador del Solar, sin duda (…). Si no hubiese sido por el cierre del Congreso (…), Del Solar pasaría a la historia como un ministro más. Hoy Del Solar puede decir que cerró el Congreso, y eso da réditos, miremos a Alberto Fujimori (…). Lo que habría que ver es cómo transforma esa simpatía en algo viable. Porque no tiene un partido político, tiene más bien un círculo de amigos y tecnócratas que lo apoyan. Pero creo que sí ha logrado, en el imaginario de la población, estar un pie delante de todas las opciones.
Has sido crítico del equipo Lava Jato. Sin embargo, en casi ningún país de la región la justicia ha llegado hasta personajes tan poderosos de la política y el empresariado como en Perú.
Hay avances. No he sido crítico con el equipo Lava Jato, sino con el uso de la opinión pública (...). Lo que te puedo decir es que uno debe manejar varias hipótesis en una investigación, es una cuestión metodológica. El equipo Lava Jato parece que tendría solamente una hipótesis (…). Pero en general creo que están yendo por un camino que ha renovado la confianza en la justicia. Obviamente hay excesos (…). No estamos ante una respuesta institucional, estamos ante respuestas individuales, y obviamente las personas pueden cometer algunos excesos. Pero mi principal crítica tiene que ver con el uso de la opinión pública, que también es comprensible: si no tienes respaldo institucional, no tienes respaldo de partidos políticos, si los actores políticos en el país son débiles, la opinión pública termina siendo el principal capital en el que se apoyan todos los que quieren hacer algo en el país (…) desde el Ejecutivo hasta el Poder Judicial.
La opinión pública ha puesto entre ceja y ceja a las élites en general, empresariales, políticas, incluso a la prensa. ¿Esto representa un riesgo?
El riesgo es que no hay recambio en las élites. Que las nuevas generaciones de los jefes de partidos políticos terminan reproduciendo los males de viejas generaciones (…). Hay un gran tema de valores morales que está en discusión. El tema en el Perú es que ese cuestionamiento a las élites no está movilizado. Y es la movilización lo único que aparentemente podría hacer entrar en razón a las élites para enmendar sus errores. En Chile las élites sí han acusado el golpe por las movilizaciones. En Colombia también. En el Perú nuestra “calma chicha” lamentablemente hace que, a pesar del desprestigio de las élites, estas no tomen nota de las lecciones. Y generará, lamentablemente, una suerte de impunidad.
¿Qué quieres decir con ‘calma chicha’?
El peruano no se moviliza, no tiene los componentes ni la estructura de comportamiento político que podría llevarlo a una gran movilización como en otros países de la región. Muchas causas explican esto. Una de ellas, quizás la más importante, es la informalidad. Muchos peruanos no le deben nada al Estado. En una racionalidad donde dices: tengo que salir a protestar contra el Estado y tengo que buscarme el cachuelo para la sobrevivencia cotidiana. La racionalidad es que es inútil la protesta y es mejor salir a buscar el cachuelo. Ese razonamiento no solo es de las clases populares, es también de las altas.
¿Es esto lo que explica la diferencia de respuesta de la población en Perú y en Chile?
Es uno de los factores. Otro tiene que ver con tener tantos políticos y empresarios en la cárcel. Y otro con la propia debilidad de los políticos en Perú. Lo que ha pasado en la región es que tanto Sebastián Piñera como Iván Duque son presidentes fuertes que quisieron llevar adelante grandes reformas y la gente reaccionó. En el Perú tenemos un Ejecutivo débil, que no iba a llevar adelante las reformas que necesitamos, y que cuando lo hace retruca con facilidad. Cuán débil será este presidente que ha perdido tres ministros sin tener un Congreso al frente.
Pareciera que la agenda del presidente no abarcara otros temas más allá de la lucha anticorrupción. ¿Podemos esperar que esto cambie en el año y medio que queda?
Creo que no (…). Hay que entender cómo las instituciones de la política subnacional han formateado su liderazgo. La política regional es una política muy desconfiada, de revocatorias, donde tu brazo derecho es tu principal rival (…). Él (Vizcarra) entiende el poder como efímero, como algo que hay que utilizar día a día (...). Otro elemento de la política regional es la debilidad de su tecnocracia: se concentran en la administración de obras públicas, pero no en emprender grandes reformas. Vizcarra tiene el emblema de la reforma educativa, pero en una región pequeña como Moquegua. No ha logrado reeditar esas grandes reformas a nivel del Ejecutivo.
¿Cómo crees que se juzgue a Vizcarra en los libros de historia?
Creo que bien, aunque suene paradójico con lo que estoy diciendo. Vizcarra es un mal gobernante, pero un buen político. Ha llevado la lógica de la política subnacional al establishment político nacional (…). Ha dicho “así se hace política en Perú en el siglo XX” (…) llevando la audacia del político regional a Palacio. Para bien o para mal va a haber un antes y después con Vizcarra, del mismo modo en que Alberto Fujimori cambió los cánones de la política con un pragmatismo inédito hasta ese entonces (…). Esta audacia que (Vizcarra) ha tenido para confrontar a sus rivales políticos ha venido para establecerse como normas, instituciones informales en la política nacional.
Has puesto al mismo nivel el fenómeno fujimorista con el de Vizcarra. ¿Crees que ambos fenómenos tengan el mismo grado de permanencia en el tiempo?
Como el generador de patrones de comportamiento político que van a imitarse. Creo que (Vizcarra) no ha generado el efecto Fujimori porque él gobernó 10 años y generó políticas sociales a través del clientelismo, generó una lealtad. Eso Vizcarra no lo hizo. Pero después de Fujimori todos querían ser el outsider, todos querían su movimiento independiente. A partir del 2021 vamos a ver a políticos más audaces, en el sentido de interpretar, o en algunos casos manipular la institucionalidad. Vamos a ver a políticos con círculos de confianza herméticos. No vamos a ver construcción de partidos políticos sino reproducción de estos círculos.
Tu visión es un tanto pesimista. Si tuvieras que nombrar razones para ser optimista por nuestro futuro, ¿qué dirías?
Mi única razón de optimismo en el Perú es el trabajo de la gente. Si la política sintonizara más con la dinámica económica de la gente, con los circuitos económicos y sociales del interior, creo que seríamos mucho mejor país. Hay que recordar que hace 30 años nadie daba un centavo por el Perú, éramos un Estado fallido. Y miren en lo que nos hemos convertido hasta hace poco. Hemos sido un país de crecimiento económico ininterrumpido, hemos sido capaces de vencer a Sendero Luminoso, al MRTA, la hiperinflación (…). Hoy día nos peleamos por un Congreso que no nos gusta, que es desleal con los valores democráticos, pero ¿son estos problemas actuales los monstruos que combatimos hace treinta años? Creo que no. Tenemos que tener más perspectiva. Poner en la real magnitud los problemas que tenemos(…).
TENGA EN CUENTA
- Meléndez es sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Perú y tiene un PhD en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame (EE.UU.).
- Actualmente es investigador visitante en la Universidad Diego Portales en Chile. Es columnista de Perú21 y socio principal de 50+1, grupo de análisis político.
- El 7 de enero presentará 30-S: Anatomía de una disolución, libro en coautoría con Mabel Huertas, José Carlos Requena y Erick Sablich.

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