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Comisiones y Tiburones

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Fecha Actualización
Con 90 votos a favor, el Pleno del Congreso aprobó este jueves 3 de agosto el cuadro de conformación de las comisiones ordinarias, de la Comisión Permanente y de la Comisión de Ética. Un día antes, la Junta de Portavoces del Parlamento había acordado la distribución.
En teoría, las 24 comisiones ordinarias que existen en el Parlamento debían ser distribuidas proporcionalmente entre las 12 bancadas parlamentarias. Pero la creciente atomización de las bancadas complicó todo y repercutió en las comisiones. Valga recordar que en julio de 2021 eran nueve bancadas, hace cuatro días eran 12 y hoy, al cierre de edición, son 13. La nueva bancada se llama Nueva Constitución - Socialista y está integrada por parlamentarios renunciantes a las bancadas de Perú Bicentenario y Perú Libre.
El humo blanco ha definido la correlación de poderes. La Comisión Permanente y el Consejo Directivo estarán integrados por 26 legisladores, más los miembros natos, que son los cuatro integrantes de la actual Mesa Directiva. Se confirmó la ya anunciada presidencia de Somos Perú en la Comisión de Presupuesto. No es casual que, junto con APP, sea el partido con más autoridades regionales. El resultado de las demás comisiones ordinarias, sin embargo, provoca más cejas arqueadas y preguntas. ¿Por qué Comercio Exterior y Turismo está en manos de Cambio Democrático-Juntos por el Perú? ¿Por qué Vivienda y Construcción está en manos de Perú Libre, siendo un rubro que maneja ingentes recursos, como bien lo sabe Sada Goray? ¿Por qué Mujer y Familia ha caído en manos de Milagros Jáuregui, de Renovación Popular, un partido que claramente no tiene una agenda de género consistente? (Y que incluso sugiere cambiarle el nombre al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables). ¿A quién fiscalizará Perú Libre ahora que preside la Comisión de Fiscalización y Contraloría? Evidentemente no a sus socios partidarios. Pero lo más grave, sin duda, es que tanto Trabajo y Seguridad Social como Energía y Minas estén en poder del Bloque Magisterial. Y es que, a juzgar por los proyectos de ley que ha promovido parte de la izquierda parlamentaria, el Bloque Magisterial no hará extrañar las luces de Sigrid Bazán, quien propuso proyectos de ley tan innovadores como nuevos seguros de desempleo y licencias por dolores de menstruación.
Justo cuando la economía peruana entra en una recesión, el Congreso deja los dos rubros más sensibles en manos del ‘mochasueldos’ Édgar Tello y sus feroces amigos de la Fenatep. Más precisamente, en manos de Paul Gutiérrez, Segundo Quiroz, Pasión Dávila u Óscar Zea. Esa definición se hará este lunes 7 de agosto. Pero queda claro que, gane quien gane, pierde el país. Y el Congreso.
Porque, aunque los economistas no quieren mencionarlo, la crisis ya está entre nosotros. Y la presidenta Dina Boluarte tampoco abordó enérgicamente el problema en su larguísimo discurso de 28 de julio. Cuanto necesitaríamos flexibilizar algunas leyes laborales, para capear el temporal. Pero se prevé que habrá más rigidez.
Irónicamente, la reactivación económica ahora estará a pedir de boca del Bloque Magisterial. Una tragedia que ejemplifica la crisis en la que está sumido el Congreso.
Hay hitos que explican cómo empezó esta debacle. El golpe del 5 de abril de 1992 acabó con la bicameralidad. Una figura que incorporaba en la Cámara de Senadores a políticos más curtidos, con una lógica más reflexiva y menos cortoplacista. Fue la Cámara de Senadores, por ejemplo, la que le puso el pare al intento de estatización de la banca de Alan García, a pesar de estar controlada por la propia gente de la estrella. A partir de 1995, además, el sueldo de un parlamentario se multiplicaría de forma significativa. Además, a partir del mismo año, se permitió que los legisladores contrataran personal de confianza. Solo cuatro años después, el congresista Manuel Lajo fue suspendido por tener el raro honor de ser el primer ‘mochasueldos’. Finalmente, desde 2001 en adelante, se consolidó la noción de una Mesa Directiva multipartidaria como expresión de la concertación democrática que nació tras la caída de la dictadura. Anteriormente, lo normal era que un partido controlase tanto la presidencia como las vicepresidencias. Ese cambio sustantivo fue una muestra de pluralidad nunca antes vista en el Congreso de la República. Esta se institucionalizó. Pero, progresivamente, un atributo se fue convirtiendo en un problema ante la opinión pública. Y hasta en un sinónimo de repartija.
Con esos cuatro hitos, la figura cambió. Se multiplicaron las bancadas y por ende también las comisiones. También los apetitos. Así llegamos al escenario actual, en el que hay 24 comisiones ordinarias, además de las comisiones investigadoras y las especiales. En total suman más de 50. Y cada una requiere un equipo que termina engrosando la planilla. La multiplicación de bancadas y comisiones genera más puestos laborales, lo que repercute en más horas de trabajo, una carga laboral absurda y muchos congresistas atendiendo muchas comisiones sin resultados notables a la vista. En consecuencia, tenemos debates más largos en los que todos piden la palabra, dispersión de la atención y consensos imposibles. Lo único que se reduce son los resultados.
Además, el Congreso fue creciendo exponencialmente. No a nivel de representantes, sino en cuanto al número de asesores y trabajadores estables. A nivel regional, el Parlamento peruano es de los más pequeños de la región en cuanto a número de congresistas, pero no de trabajadores. En 1990, el Congreso funcionaba con 890 empleados. Hoy, hay más de 3 mil. Un aumento de 169% en gasto de planilla con respecto al 2000. Y un promedio de 23 trabajadores por cada congresista. Y con el porcentaje de reelección congresal reduciéndose cada año hasta su desaparición, el incentivo por mantener una relación a largo plazo con el jefe se reduce a cero. El cortoplacismo y la no reelección aceleraron el proceso de deterioro.
Lejanos parecen los tiempos en los que el Apra y Perú Posible podían mantener la presidencia del Congreso aun estando en minoría parlamentaria. Algo que algunos politólogos y académicos parecen olvidar cuando sentencian que, cada vez que un Congreso tiene mayoría opositora a un gobierno, la cosa tiene que terminar mal, ya sea en vacancia o en disolución del Parlamento. Eso prueba que no es un problema de diseño, sino de recursos humanos. De experiencia política, para sincerar el tema.
Esto es solo una muestra que explica parte del descrédito del Congreso, lo que se ve reflejado en la pésima repartición de comisiones ordinarias. En otros tiempos, los partidos democráticos no se habrían dejado arrebatar tantos espacios clave.
Tarea pendiente para el equipo cercano a APP que ya está copando las instancias del Congreso, desde su militante Marisol Espinoza hasta su nuevo jefe de la Oficina de Comunicaciones, el periodista Ítalo Sifuentes.