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Felipe Ortiz de Zevallos: "La política no puede ser una lucha tribal donde todo valga para aplastar al oponente”

Felipe Ortiz de Zevallos opina sobre el actual gobierno, el legado del Alberto Fujimori, el crecimiento económico, las próximas elecciones del 2026, el Bicentenario de Ayacucho y el próximo APEC.

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FOZ
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Dice que nadie vende futuro. Y, sin embargo, ha visto tiempos peores. ¿Estamos muy pesimistas o es justificado?

Sin duda ha habido peores tiempos en lo material. Las exportaciones peruanas son más de diez veces superiores a lo que eran en 1980. Claro, otros dólares los de entonces, pero incluso teniendo en cuenta ese ajuste el multiplicador es bastante alto. La inflación anual este año será menor de 3% y en 1980 fue superior a 50%. Y la mortalidad infantil en 1980 era como el quíntuplo de lo que es ahora. Hay avances, de los cuales no siempre se toma debida nota. En 1980 los candidatos presidenciales fueron 15, pero los dos primeros sumaron casi el 75% de los votos. Ahora estamos a dos años de una elección que tiene mucho de absurdo. Ganaremos el Récord Guinness de número de candidatos. El riesgo —y tal vez la apuesta de algunos, las mafias incluidas— es que nadie supere el 15% de los votos; que el país se mantenga esquizofrénicamente fragmentado para ellos poder mangonear. Tal vez debería dictarse una norma por la que la primera vuelta se anularía si los dos candidatos con más votos no sumaran 50% o que la segunda vuelta sea entre los más votados que alcancen 50% como mínimo, incluso si fueran tres o más. Y todo este aquelarre se viene dando en un ambiente en el cual el actual Gobierno carece de legitimidad y la corrupción, la minería ilegal y el crimen organizado campean. Según Ipsos, dos de cada tres peruanos se sienten inseguros de caminar durante el día. En eso sí estamos peor. Y en lo de miedo al futuro. Uno debiera ser capaz incluso de construir el futuro, pero esto solo se logra con base en lo que se ha podido aprender del pasado. Y no pareciera que hemos aprendido mucho.

 

Mira: Transportistas anuncian NUEVO PARO para el jueves 3 de octubre
 

 

¿Cómo se recordará a Fujimori? Se odió a Velasco y luego algunos lo extrañaban. ¿Pasará eso?

Lo más probable. Fujimori fue alguien que ganó elecciones, gobernó más tiempo que Velasco y tenía un genuino apego por el campesino rural. La prensa inglesa, que suele hacer buenos obituarios, ya ha registrado su complicado legado, uno que sigue separando irreconciliablemente a muchos peruanos. Por un lado, el outsider cuyo gobierno salvó al país del colapso, presidiendo sobre la derrota del terrorismo y de la hiperinflación, generando las bases para la recuperación económica y mejorando las relaciones externas con el Tratado de Paz con el Ecuador. Por el otro, el golpista de 1992, con escaso aprecio por las formas democráticas y que, especialmente a partir de su segundo gobierno, pervirtió al país de la mano de Vladimiro Montesinos mediante una manipulación corruptora de sus instituciones. Es shakesperiano. Ahora bien, Fuerza Popular sigue siendo el partido más organizado, y es muy probable que los hijos de aquellos migrantes expulsados de su tierra por Sendero Luminoso tengan, en su ADN, una marca fujimorista indeleble.

 

¿El fujimorismo seguirá el destino de los partidos de exdictadores o trascenderá al apellido?

Está por verse. Creo que un comportamiento distinto en 2016 le habría dado a Fuerza Popular un reconocimiento amplio y un triunfo cómodo el 2021. ¿Qué pasará en 2026? ¿Convertirse en el partido principal de un frente amplio y convocante que pueda ofrecer estabilidad y gobernabilidad? ¿O, aprovechando el excesivo número de candidatos liliputienses, ir solos y jugar a la ruleta rusa, intentando pasar a la segunda vuelta contra un radical de izquierda para ganarle? Flirtearíamos con el abismo. Pero Fuerza Popular sabe organizar bien sus candidaturas congresales. Tiene esa ventaja. En 2016, con 40% de los votos en primera vuelta, obtuvo el 56% de los congresistas. En 2021, con 13% de los votos, obtuvo el 18% de los congresistas. Por la fórmula de la cifra repartidora, el elevado número de candidaturas favorece a los pitufos mayores. Y el voto en Lima termina siendo subrepresentado en el Congreso.

 

Comparó a Dina Boluarte con Isabelita Perón: debilidad y el inicio del autoritarismo.

Sigue bastante parecida. Una vicepresidenta que asume el poder con poca experiencia política. Débil, desorientada, incompetente, vanidosa. En Argentina, ante el fracaso evidente de su gestión, Isabelita Perón intentó adelantar las elecciones, pero previamente fue derrocada por las Fuerzas Armadas. Luego, estuvo detenida por varios años. Después, se fue a España, donde vive aún. Desde Argentina intentaron repatriarla por crímenes de lesa humanidad, vinculados con la represión de su gobierno, pero las cortes españolas rechazaron ese pedido porque consideraron que los supuestos delitos que se le atribuían no constituían lesa humanidad y que, por el tiempo transcurrido, ya habían prescrito. Algunas similitudes.

 

Premia a Petroperú y retira al canciller. Le da un funeral a Fujimori y mantiene al ministro de Economía. ¿Es un gobierno de izquierda o de derecha?

Es un gobierno bastante torpe e impopular, de mera sobrevivencia, improvisado, que avanza día a día, con poca consideración del futuro y del bien común. Que pretende, a través de mayores cuotas de gasto fiscal, durar hasta el 2026 y encontrar alguna manera de escabullirse de denuncias y acusaciones. Su origen e instinto es uno de izquierda con sesgo cubano, pero procura obtener votos de cualquier bancada, a cambio de la atención a intereses muy específicos y hasta malosos, algunos de los cuales contradicen los criterios rectores de una política pública sana, sea esta de izquierda o derecha.

 

¿Cómo crecer más allá del rebote? ¿La minería ilegal ha tomado el Congreso y ganado la batalla?

En el Perú ya se nos acabó el bono demográfico. La alta proporción de jóvenes en edad de trabajar nos servía de relativo estímulo al crecimiento. Pero los vientos externos vienen soplando bien, al menos por ahora. El precio del cobre debiera mantenerse en un rango favorable, incluso si China atenuara su crecimiento. También hay buenas perspectivas para el precio del oro y la plata. Si agregáramos una mayor y mejor inversión en turismo e infraestructura, podríamos crecer en los próximos años a 5% y no a 2-3% anual. Ello permitiría mejorar los servicios públicos tan deteriorados y recuperar índices menores de pobreza. Para ello se requiere recuperar confianza. El ministro Rómulo Mucho sostiene que el proyecto Tía María ya se encuentra encaminado. Ojalá no se dé marcha atrás. Probablemente, sea la noticia que más favorecería o perjudicaría el clima de inversiones, el saber si ese proyecto finalmente va.

 

¿El Puerto de Chancay y el interés de Estados Unidos convertirán al Perú en el nuevo Canal de Panamá? ¿Cómo manejar la relación con ambos países?

Esa compleja disyuntiva debiera manejarse con imaginación y suficiente prudencia para, en lo posible, beneficiarnos en lo que se pueda de la rivalidad global, sin caer en el juego perverso de “o estás conmigo o estás contra mí”. No será una tarea fácil. Se requiere de una política exterior atinada. Por alguna razón, en Sudamérica, China viene priorizando hasta ahora la inversión en el Perú; solo en Brasil ha invertido más. Seguramente, ha contribuido el orden financiero y macroeconómico logrado, la geografía, la inmigración del siglo pasado, y el ser cuna de una cultura milenaria. Hasta 1968, EE.UU. fue, por mucho, el país con la mayor inversión en el Perú: la Cerro, Marcona, la Southern, la IPC, Citibank, Chase, Bank of America, IBM, etcétera. Como que se quedaron escaldados con la política del gobierno militar, que expropió muchas de sus instalaciones. En las privatizaciones de los años 90 casi ni participaron empresas gringas. Marcona se volvió así Shougang. Por ello, habría que definir criterios prácticos para imaginar una adecuada política exterior y comercial que nos permita beneficiarnos de la convivencia, incluso si la interrelación entre ambas potencias se tensa más.

 

¿Cómo recibirá el Perú el APEC con inestabilidad, inseguridad y desaceleración?

No me preocupa eso mucho. El Perú suele ser un buen anfitrión de eventos internacionales y las reuniones del APEC ya se encuentran en marcha. El nuevo canciller es un profesional con experiencia. Tal vez algo que el Gobierno sí debería hacer pronto es definir cómo va a manejar el tema del tráfico de Lima durante los dos días de la reunión de líderes. La vez pasada los declaró feriado. ¿Será igual? Nadie sabe. Pero… ¡ya hemos tenido demasiados feriados este año!

 

¿Cómo llegar al Bicentenario de Ayacucho? ¿Qué lecciones, en tiempos de incertidumbre y anomia?

La conmemoración oficial, probablemente, será un bodrio, porque los invitados naturales —Venezuela y Colombia— tienen presidentes que se encuentran enfrentados con el Gobierno y el Perú. Hace 50 años, en 1974, fue Carlos Andrés Pérez quien regaló el monumento que se erigió en la Pampa. A la Venezuela de por entonces le sobraba la plata. De país abundante, el socialismo del siglo XXI lo volvió pobre. Yo en noviembre voy a ir de mirón a una semana cívica en Ayacucho que, entiendo, piensa convocar Transparencia, a la que asistirían 50 peruanos menores de 50 años en la búsqueda de un consenso respecto de un plan orientado a afirmar la democracia en el Perú. Creo que los peruanos debiéramos encontrar alguna manera de conmemorar, en lo personal, lo que representó el 9 de diciembre de 1824. Habrá que renovar la arenga de Sucre: “De los esfuerzos de hoy, depende la suerte de América del Sur…”.

 

El 2026 es un coctel de polarización, desinterés, radicalismo y dispersión.

Es un coctel ciertamente peligroso. Ojalá pueda en algo influir lo que suceda en las elecciones en Chile, convocadas para pocos meses antes, en noviembre de 2025 la primera vuelta. La actual favorita para ganar es Evelyn Matthei, a quien no muchos peruanos ubican bien. Economista, hija de un comandante general de la Fuerza Aérea chilena durante el gobierno de Pinochet, ministra de Trabajo en el gobierno de Sebastián Piñera y actualmente alcaldesa de Providencia; Matthei ocuparía el centro en el abanico de candidatos. Le ganaría a Michelle Bachelet, a su izquierda, y a José Antonio Kast, a su derecha. Ojalá que su elección, si finalmente se concretara, contribuya a que se obtenga un voto más racional en el Perú, pocos meses después.

 

Basadre hablaba del azar en la historia. ¿Cuánto podría jugar la (mala) suerte el 2026?

Mucho. Maquiavelo escribió que la mitad de las acciones humanas obedecían a la fortuna y solo la otra mitad a la virtud. Tal vez deberíamos reflexionar sobre el rol que podría tener el azar en la política misma. En Irlanda, la Constitución fue elaborada por una asamblea, en la cual dos terceras partes fueron elegidas al azar, y no salió mal. Hay estados, incluso algunos de EE.UU., en los cuales para distintos temas sensibles se conforman grupos elegidos al azar que deliberan y recomiendan proyectos de ley. Sirven bien. En las elecciones de 2026 nos van a pedir que escojamos al senador que nos represente entre… ¡más de mil candidatos! ¡Mil! ¿Cómo se podrá escoger y registrar bien el voto? ¿Estarán los nombres de los mil candidatos en los locales de votación? Tal vez un tercio de las cámaras podrían escogerse al azar. Habría más sentido común y diálogo, menos ‘mochasueldos’ y gasto superfluo.

 

Dijo que una sociedad deja de existir al perder el centro. ¿Malentendimos el centro como tibio?

La sustitución parcial como fuente de informaciones de la prensa tradicional por otros medios con menos preocupación por la ética periodística ha tenido mucho que ver con esta peligrosa satanización. La civilización avanzó cuando los seres humanos pasaron de tirarse piedras a proferirse insultos y, luego, a conversar a través de argumentos. Nos permitió descubrir que aquello que sentíamos como verdad no era necesariamente toda la verdad o la única verdad. Para ello, es útil oír primero las opiniones de otros. Los radicales suelen acusar de tibios a los de centro. Hay un error conceptual en esa acusación. Yo creo que el centro, más que una posición intermedia, que resulta imposible de tener en muchos temas, es más bien una actitud, la de buscar en lo posible acuerdos sobre algunas cuestiones básicas, poniendo el bien común por encima de los intereses particulares. La política no puede ser una lucha tribal donde todo valga para aplastar al oponente. En el Perú, durante las últimas décadas, la política a veces ha tragado algunas buenas intenciones para defecar mucho odio y maltrato. El centro debe ser visto como un espacio cívico, que permita una dignificación renovada de la política.

 

¿Corregir está mal visto? Pienso en el libro de su ancestro, “Vidaurre contra Vidaurre”. Y en Alan.

Vidaurre fue alguien muy talentoso que en 1810, en apenas pocos días, escribió su Plan del Perú, una valiosa propuesta de reformas en el contexto previo a las Cortes de Cádiz. Lo publica en Filadelfia, recién en 1823, ya dedicado a Bolívar, a quien pasó luego a combatir. Es curioso que ya en el siglo XVIII, la Inquisición le había abierto carpetas de investigación por sus ideas iconoclastas. En 1839 publica su “Vidaurre contra Vidaurre” en el que sustenta qué fue primero monárquico y luego republicano, pro y anti-Bolívar, librepensador y finalmente alguien en paz con su religión. Yo no heredé su talento contradictorio, así que he procurado ser más consistente aunque aburrido con mis ideas. Y de Alan García, una anécdota. Cuando me convocó para ser embajador, le pregunté: ¿por qué desea nombrarme a ese cargo? Y me contestó: “Porque quiero convencer al gobierno de EE. UU. que he cambiado”. El aprender del error, la virtud que permite construir futuro.

 

Otro pariente suyo, Ricardo Ortiz de Zevallos, fue presidente de la Corte Suprema. ¿Cómo llegamos a la politización de la justicia? ¿Cómo salir de eso?

¡Caray! Me ha estado rebuscando la parentela! Otra anécdota, pero esta vez de Haya de la Torre. Cuando lo conocí durante la campaña electoral de 1962, siendo yo un mocoso, me sorprendió comentándome que a comienzos del siglo XX, siendo él un colegial, participó en una ceremonia de saludo a mi bisabuelo Ricardo, quien habría sido el primer presidente de la Suprema en visitar Trujillo. Eran otras épocas; los viajes se hacían en barco y a caballo. Lima contaba con menos de 200,000 habitantes. Administrar justicia era entonces más simple. Actualmente, sólo en San Juan de Lurigancho viven 1,250,000 personas. ¿Cómo administrar justicia allí bien? ¿Con policías medio corruptos, algunos fiscales y jueces cortejando a Chibolín? El Poder Judicial requiere de una reforma integral que hace décadas se postula sin implementarse. Abusan del poder que tienen. Hay mucha venalidad y poca probidad, profesional y de la otra.

 

 

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Trump Harris

 

 

FOZ: "El escenario será distinto dependiendo de quién sea el presidente”

 

Dice que es un país barroco, bipolar, resiliente, difícil. 

Nuestra descentralización resultó siendo un gran fracaso. Contamos con cuatro niveles de gobierno: nacional, regional, municipal provincial, municipal distrital. Y nadie sabe bien quién debe hacer qué frente a problemas serios como los recientes incendios forestales. Ecuador y Bolivia son países con una cultura política muy similar a la peruana. Fueron en un momento parte del virreinato. Pero en Cuenca y Santa Cruz se gobierna mejor que en Arequipa y Cajamarca. ¿Por qué? Si le encargáramos esa investigación a expertos del exterior, ¿qué diagnosticarían? Yo postulo que es porque tenemos un estado muy mal descentralizado.

 

Hay un mundo multipolar. ¿Cómo puede moverse Perú en este escenario?

La primera interrogante es si en EE. UU. ¿será elegido Donald Trump o Kamala Harris? El escenario será distinto dependiendo de quién sea el próximo presidente de la principal potencia militar del planeta. En la web del Council of Foreign Relations hay una buena descripción de la política exterior diferencial que sus gobiernos seguirían en tecnología, China, cambio climático, defensa y la OTAN, Rusia y Ucrania, Israel y Oriente Medio, prevención de pandemias y salud, inmigración y seguridad de fronteras, deuda, comercio y economía. América Latina ni siquiera aparece en el mapa y hasta ahora la política de EE. UU. con Venezuela ha sido decepcionante. Aunque resulta difícil pensar que Donald Trump la vaya a mejorar.

 

 

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