“Creo que si en vez de ceder a la tentación de perpetuarse en el poder, se hubiera ido en el 2000 y hubiera regresado en el 2005, el Perú ahora sería un país desarrollado”, ha reflexionado Jaime de Althaus. Contrafácticamente, también ha dicho que, de haber gobernado Keiko Fujimori en 2016, hubiera realizado reformas “y no habríamos caído en la espiral de confrontaciones que nos llevaron hasta Pedro Castillo, aupado por el Movadef”. En entrevista con Perú21, Jaime de Althaus analiza el futuro del fujimorismo (y del antifujimorismo) post-Alberto, así como la posible agenda electoral y partidaria de la agrupación que lidera Keiko Fujimori.
Mira: ¿Qué ocurrirá con la pensión de Alberto Fujimori?
Dice que el antifujimorismo es el partido más grande del Perú. ¿Se extinguirá lentamente con la muerte de Alberto Fujimori?
No se va a extinguir del todo, pero sí se va a aplacar. Por un lado, ya no está el objeto del odio. De otro lado, su muerte llevará a realizar unos balances más equilibrados y racionales, menos pasionales, de su papel en la historia. El antifujimorismo podría transmutarse en antikeikismo, pero aquí no debería ser tan difícil entender que, si Alberto era autoritario, Keiko no lo es. Ella ha formado un partido político, lo que su padre no hizo; ha sido congresista y ha jugado dentro de las reglas de la democracia. Fuerza Popular es un partido claramente democrático. Pretender su proscripción política sería más bien una señal de intolerancia antidemocrática.
Pero ya vemos cómo el antifujimorismo se adapta, llamando ‘fujimorista’ a Boluarte, a López Aliaga o a quien represente lo que quieren ver. Es un antifujimorismo de muchísimos jóvenes que no vivieron los noventa.
Bueno, no creo que eso se sostenga. Más bien se está acusando a Fuerza Popular y a los partidos de derecha de sostener a Boluarte. Pero esos partidos han iniciado ya el desenganche con el Gobierno; sobre todo, después de las decisiones sobre Petroperú y la Cancillería.
¿La tensión entre albertismo y keikismo se resolverá con la asimilación del caudal en Keiko, habrá una escisión o serán asimilados por otros candidatos?
No creo que haya una escisión. Los últimos meses de la vida de Alberto Fujimori reunificaron al partido. Además, tienes la lógica electoral: muchos ‘albertistas’ querrán ir al Congreso y para eso no pueden apartarse ni, que yo sepa, están pensando en hacerlo. Ahora, esa reunificación se consolidaría si es que Fuerza Popular hace lo que no ha hecho hasta ahora: procesar reflexivamente la experiencia de los 90 para extraer lo mejor y actualizarlo, convirtiéndolo en doctrina, en acción política y en plan de gobierno.
¿El fujimorismo sin Fujimori seguirá el destino de los ‘ismos’, los partidos personalistas de otros expresidentes?
Si Fuerza Popular realiza la tarea de procesar la experiencia de los 90 y se reconecta con las bases populares emergentes del país, puede aspirar a institucionalizarse y podrían surgir nuevos liderazgos. De lo contrario, se extinguirá. Finalmente, no hay ningún partido en el Perú que represente a los informales, a los emergentes. El problema es que la propia Fuerza Popular, en el Congreso, tiene temor a votar cualquier reforma que pueda ser rechazada por los sectores sindicales organizados, que en realidad son perros del hortelano. Ha perdido el rumbo.
¿Debería el candidato del fujimorismo tener otro apellido y no ser de la familia, para así institucionalizar el movimiento?
Por el momento, Keiko es la candidata y no hay un líder alternativo. Eso es una debilidad, sin duda, aunque hay personas como Patricia Juárez, Rosangella Barbarán, Fernando Rospigliosi, y otros, que podrían aspirar.
Dice que faltó pedir perdón. ¿Faltó que Fujimori admitiera delitos públicamente? ¿Faltó hacer un trabajo político con las víctimas, con los jóvenes y con la opinión pública en general?
Fujimori fue demonizado por los casos de La Cantuta y Barrios Altos, donde no se ha demostrado que haya autorizado y menos ordenado esas operaciones. Por el contrario, varias investigaciones, como la de Ricardo Uceda en El Pentagonito, demuestran que se trató de una orden autónoma de Martín Rivas sin conocimiento de sus superiores. Fujimori, quizá, debió ser condenado por encubrimiento, pero no por asesinato. Los 25 años fueron un exceso. Más bien, Fujimori condujo personalmente una estrategia inteligente y exitosa, que debería ser estudiada como modelo, basada no en el exterminio, sino en la alianza con las comunidades y en la inteligencia policial. Fue esa estrategia, mucho menos cruenta, la que derrotó a Sendero, no el grupo Colina.
El fujimorismo ganó la batalla, pero no escribió la historia, y por eso, a la larga, ¿la perdió? ¿Se descuidó el discurso?
Fue consecuencia de dos cosas: de la decisión de Fujimori de ir a la rereelección, para lo cual pasó a controlar autocráticamente instituciones y comprar a la prensa y congresistas, lo que desembocó en el rechazo generalizado y en su renuncia y huida al Japón. Y como no había formado un partido político —porque su partido eran las Fuerzas Armadas— que defendiera su verdad, dejó la cancha libre para que se construyeran las narrativas demonizadoras. Y los pocos que podían responder, como Tudela, fueron diezmados y perseguidos. Nadie levantó la excelencia de la estrategia que derrotó a Sendero, al punto que el Perú no ha podido capitalizar como realización nacional y para el propio orgullo nacional esa victoria obtenida con las mejores armas posibles, algo que no ocurrió en ningún otro país de América Latina.
Si Alberto Fujimori hubiera fallecido más cerca del 2026, ¿quizás hubiera impulsado más la candidatura de Keiko? ¿Esto apaga la llama o el martirologio puede ayudar a Keiko?
Yo creo que la va a ayudar. La figura de Alberto Fujimori va a crecer, pese a todo, en alguna medida. Y el antifujimorismo va a bajar. Pero aún está por verse si Keiko Fujimori va a postular. Internamente ella dice que no está decidida porque, entre otras cosas, tiene el deber de madre. Podría terminar apoyando una alianza. Pero está plenamente a cargo de la conducción el partido y llegado el momento seguramente las presiones internas la llevarán a postular.
Sugiere que el fujimorismo ha perdido arrastre popular. El fujimorismo original incluso tenía votos en el sur y en la izquierda popular. ¿Se ha apitucado, institucionalizado, parlamentarizado? ¿El fujimorismo se convirtió en un partido tradicional, en eso que quiso combatir desde un inicio?
Al alejarse de su base popular emergente, la que Alberto Fujimori representó y lideró, ha dejado de representar una opción anti-establishment, donde el establishment está ahora en lo que Milei llamaría la casta política, sindical y burocrática que se ha apoderado del Estado para su propio beneficio arruinando los servicios públicos y ha establecido unas leyes y unas normas que extorsionan a la gente y le impiden progresar.
¿Cómo reaccionará la izquierda más radical? ¿La muerte de Fujimori podría mitigar la polarización electoral o se exacerbaría la división que ha marcado las últimas elecciones?
La izquierda más radical se ha quedado sin su demonio, sin el objeto de sus ataques, de su encono. En realidad, nunca le perdonó a Fujimori haber sido desplazada del poder. Fujimori le quitó el Estado y las empresas públicas que fueron privatizadas. Incluso el Sutep desapareció durante 9 años luego de que la huelga del 91 culminara en la pérdida del año escolar debido a que Fujimori decidió no atender sus demandas. La izquierda en el Perú es un vestigio prehistórico.
“FUJIMORI ERA AUSTERO, TREMENDAMENTE CHAMBERO”
Habla de una agenda fujimorista pendiente a nivel partidario. Representar a los sectores populares emergentes, empoderar al Ejecutivo...
Fujimori desarrolló una alianza directa con la población informal emergente, dándole instrumentos para progresar. Fuerza Popular tiene que recuperar su conexión con ese sector. El problema es que se trata de un sector desorganizado. Entonces la primera tarea, política, es organizarlo, promover sus organizaciones o gremios, coordinarlos, darles capacitación, realizar mesas o talleres para recoger sus demandas y gestionarlas ante el Congreso y el Ejecutivo, para elaborar un proyecto de ley laboral y tributaria que surja de su realidad y expectativas.
Fujimori lideraba personalmente en el campo el desarrollo de los pueblos, llevando Foncodes, Pronamach y otros programas. Fuerza Popular podría llevar tecnologías como las de Sierra Productiva (microreservorios familiares, riego por aspersión, pastos cultivados, etc.) a las familias campesinas y recoger y gestionar ante el Estado las demandas de titulación individual en comunidades campesinas y en pueblos y ciudades, y las demandas de formalización de los mineros informales.
Fujimori derrotó al terrorismo con una estrategia basada en una alianza con la población e inteligencia policial. Podrían avanzar organizado redes de comités de autodefensa o rondas campesinas o juntas vecinales en las ciudades junto con oficiales en retiro del GEIN y FF.AA. para informar a la PNP o a la prensa sobre extorsiones, delincuencia, etc. Adaptar las estrategias de los 90.
Fuerza Popular debe volver a sus raíces. Repotenciar el modelo económico contenido en la Constitución del 93, ahogado en sobrerregulaciones. Incluso podrían revisar el autoritarismo de Fujimori en clave democrática, proponiendo una reforma política que apunte a una democracia fuerte, que solucione problemas, lo que significa, por ejemplo, fortalecer al Ejecutivo, que es lo contrario de lo que han venido proponiendo.
¿Cuál podría ser la agenda electoral de Keiko Fujimori al 2026? Las reformas pendientes de segunda generación, privatizar Petroperú y Sedapal, reformar la educación y la salud, volver a recortar un Estado que ha vuelto a crecer de forma ineficiente...
Me atrevo a sugerir que debería ir por el lado de eliminar todas las leyes y regulaciones sectoriales, tributarias y laborales que aplastan a los informales, les impiden crecer y formalizarse, y los excluyen del Estado legal. Es decir, una reforma radical de la formalidad, una desregulación profunda. Liderar la lucha del pueblo contra las extorsiones de los funcionarios e inspectores del Estado. Ofrecer tecnologías avanzadas a la agricultura familiar andina y amazónica, y a las mypes. Aprovechar la transición energética global para desarrollar todo nuestro potencial minero e industrial, reformando la gobernanza minera y el canon.
Concentrar el gasto del Estado en seguridad, justicia, salud y educación, eliminando todo gasto inútil o redundante. Reducir el número de ministerios. Meritocracia a todo nivel: premiar a los servidores públicos que trabajan, cumplen sus metas y atienden bien a los ciudadanos, y remover a los que no lo hacen. Fujimori era austero, tremendamente chambero. Digitalizar los servicios públicos e introducir gestión empresarial para que haya medicamentos gratuitos para todos. Una red de atención primaria de salud que prevenga enfermedades con la colaboración público-privada y participación de la comunidad, como los CLAS de los 90. Entregar las escuelas públicas a sus maestros y a los padres de familia. Crear autoridades autónomas nacionales altamente profesionales para brindar agua potable, infraestructura y servicios sociales de calidad.
Reformar la Policía, usar tecnología y aliarse con la población para acabar con las extorsiones a los pequeños negocios y con el crimen organizado. Reforma judicial para que los juicios sean rápidos y protejan la vida, la propiedad y los contratos de todos, y no solo de los que tienen recursos.
Los beneficiarios de la liberalización económica y de la pacificación no parecen estar muy organizados para defender el legado fujimorista, en comparación con las redes pro derechos humanos, mucho más activas y conectadas internacionalmente.
Esa es tarea del partido, pero sobre todo de la sociedad civil, que tampoco se ha organizado para dar la batalla cultural e ideológica para defender y profundizar los espacios de libertad. En cuanto a la pacificación, increíblemente el fujimorismo ha hecho poco por explicar y defender la exitosa e inteligente estrategia antisubversiva que derrotó a Sendero Luminoso y al MRTA.
“Montesinos simboliza el lado negro de la gestión de Fujimori”
¿El fujimorismo ahora podría aprobar la ley que prohíbe la candidatura de sentenciados por delitos graves, para frenar la postulación de Antauro Humala?
Debería, si pensara en el interés nacional. El problema es que a Keiko (y no solo a ella, a Butters también por ejemplo) le conviene pasar a la segunda vuelta contra Antauro.
¿Qué pasaría con Vladimiro Montesinos, quien saldrá libre el 2026 y ha demostrado interés por hacer política?
No creo que sea recibido por Fuerza Popular ni por ningún partido. Recordemos que Keiko Fujimori se enfrentó a Montesinos cuando todavía su padre era presidente. Montesinos simboliza el lado negro de la gestión de Alberto Fujimori.
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