En su última conferencia de prensa, con un retrato de Velasco en la mesa, Antauro Humala tomó distancia del Movadef, el otro partido proscrito de las elecciones. Dijo que no era izquierdista ni comunista, sino cobrizo, y que lo que dividía al país eran las etnias y no las clases sociales. También se consideró un indígena, a pesar de que claramente no lo es. Como bien lo anotó Marco ‘El Paiche’ Vizcarra, en entrevista con este diario, Humala Tasso estudió en el Colegio Franco Peruano y es de apellido italiano. Su padre es un intelectual provinciano y un abogado de empresas. Los Humala tuvieron terrenos en la sierra y pertenecen a la burguesía ayacuchana. Como concluyó ‘El Paiche’, “Antauro es caviar”.
Siguiendo la narrativa progresista, el etnocacerista parece estar abusando de lo etno, es decir, de la autodeterminación, al percibirse como “indígena” sin serlo. Los analistas norteamericanos coinciden en que llevar al extremo estas políticas identitarias significó la reciente derrota de los demócratas. La propia Kamala Harris, de ascendencia india y afroamericana, centró su campaña en el enfoque cultural de género y raza. Pero la realidad, como lo demuestra el voto latino y negro pro-Trump, es más compleja. Y lo será más mientras el mestizaje siga definiendo el melting pot estadounidense. Por eso, los demócratas perdieron a la clase trabajadora, como explica el socialista Bernie Sanders.
En el Perú, las etnias tampoco son compartimentos estancos. El racismo es histórico y de eso vive Antauro, pero funciona de la cintura para arriba. De la cintura para abajo hay mestizaje. Por eso, las clases sociales se superponen a las ‘razas’. Lo supo Velasco, que cambió el Día del Indio, de Leguía, por el Día del Campesino; y los comunistas del Movadef, que convocaron a senderistas de todos los colores. Pero Antauro se volvió woke.
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