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La encuestocracia: de Boluarte a Toledo
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El titular dice que Dina Boluarte es la presidenta más impopular de la historia peruana. Ciertamente, ha hecho méritos para ello. Su gobierno tiene entre 5% y 8% de aprobación, según las últimas encuestas. Incluso tendría una menor aprobación que Alejandro Toledo, quien llegó a cifras de 8% y 6%, según las encuestadoras. Su impopularidad parece solo comparable con la de Manuel Merino, quien tuvo la anuencia del 5%, según Ipsos (18 de noviembre de 2020).
Irónicamente, quienes hoy piden que Dina Boluarte dé un paso al costado por su baja aprobación denunciaban que el golpismo quería sacar a Toledo por cifras similares. Acusaron un complot de la mafia fujimontesinista. Desde la otra orilla, efectivamente, el fujimorismo pedía la inmediata renuncia del presidente.
A pesar de todo, el pato rengo, herido y contuso terminó su mandato. Aunque no lo parezca, eran tiempos más predecibles.
Tras la renuncia de PPK y la pandemia, el populismo socavó la estabilidad que quedaba. Y Martín Vizcarra instauró su particular definición de “legitimidad” como sinónimo de popularidad. Para el vizcarrismo, Merino no tenía legitimidad. Tampoco el Congreso con su consuetudinaria impopularidad. Y por eso lo cerró. Bajó esa lógica populista, la pena de muerte es legítima. El golpe del 5 de abril del 92 fue legítimo (80%, según Apoyo). Legítimo fue el desastroso primer gobierno de Alan, que llegó a picos de 96.4% de aprobación. Y legítimo habrá sido el golpe de Velasco, a pesar de los cuatro pitucos de El Potao. Pero la democracia no es (aún) una encuestocracia.
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