Hay pocas demandas tan capitalistas como pedir vivir para poder trabajar. Y, sin embargo, la izquierda radical ha logrado lo impensable: ganarle a la derecha en su propia cancha, copando un paro de empresarios informales que piden mano dura contra la delincuencia.
Evidentemente, una nueva Constitución no va a acabar con la inseguridad ciudadana. Solo un pensamiento mágico podría creer que las palabras cambian toda la realidad. Pero esa promesa posmoderna de la izquierda seduce a miles y eso es lo que importa, políticamente hablando.
Desde la otra orilla, en cambio, la derecha no marcha ni promete. Es decir, no traduce la indignación ciudadana en propuestas políticas. Más aún: sataniza las manifestaciones. Y como el vacío se llena, la izquierda radical terminó copando el paro. ¿Cómo es posible que miembros de A.N.T.A.U.R.O. representen a transportistas y comerciantes, es decir, a capitalistas de la calle? Por el abandono de la derecha, que hasta ha perdido su tradicional bandera de la seguridad ciudadana, quizás porque cree que los problemas de este país se solucionan por sí mismos (la mano invisible) o de forma privada (vigilancia personal). Ante la ausencia de la derecha, la izquierda radical ha salido a defender a los empresarios y exigir mano dura contra el crimen.
Vivimos en “la era de la protesta perpetua”, como dice la politóloga Devashree Gupta. Por eso, la única ley que impera es “la ley de la calle”. Y, por eso, cada problema es una nueva demanda, una nueva protesta y una nueva promesa. Y, mientras la izquierda ofrece un ‘cambio’ en las calles, cierta derecha parece defender el statu quo.
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