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Victimizando al golpista

Pedro Castillo: del ‘buen salvaje’ al ‘mal revolucionario’

El exministro de Defensa Gustavo Bobbio dijo que a Pedro Castillo “deben darle cuatro años por estúpido, pero no por haber hecho un golpe de Estado”. Una defensa disfrazada de insulto que victimiza al dictador.

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pdro en juicio
La izquierda, con maestría, aupó a Pedro Castillo mientras le fue útil. Lo deconstruyeron y lo sobreinterpretaron, lo quisieron convertir en un héroe de la subalternidad. Y cuando dejó de servirles, lo expulsaron de la ciudad letrada de la PUCP.
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Gustavo Bobbio, exministro de Defensa golpista, ha dicho que a Pedro Castillo “deben darle cuatro años por estúpido, pero no por haber hecho un golpe de Estado”. Una defensa disfrazada de insulto que insiste en que el expresidente es una suerte de víctima de su propia idiotez. Un argumento parecido al que dio la congresista Susel Paredes cuando le preguntaron por la vacancia y dijo que Castillo “puede ser delincuente, pero no por eso es incapaz moralmente”. Para la izquierda y la derecha blanca culposa, la incapacidad del presidente Pedro Castillo fue un argumento en contra de la vacancia por ‘incapacidad moral’. Bajo esa lógica, los más capaces son los más inmorales y los más incapaces son inocentes. Es una falacia. Ser incapaz no significa necesariamente que el robo o el daño serán menores. Ya lo explicó el psicólogo Jordan Peterson: “Si crees que los hombres duros son peligrosos, espera a ver de lo que son capaces los hombres débiles”.

También es un razonamiento mentiroso porque Castillo no tuvo reparos en pactar con el Movadef para controlar el magisterio. Y ya en el poder, robó y delinquió a manos llenas. Y, finalmente, es un argumento racista porque quienes lo subestimaron en campaña ahora se hacen los tontos por cálculo político. Son quienes llenaron el sombrero vacío con retórica poscolonial. Quienes quisieron convertir a un sindicalista filoterruco en un Benito Juárez 2.0. Quienes lo victimizaron ante los poderes fácticos limeños usando una lógica paternalista para infantilizar al “indio”, idealizándolo en su estado natural y ‘bucólico’ para volverlo inimputable. Siguiendo su narrativa neoindigenista —y parafraseando a Carlos Rangel— la izquierda quiso domar al ‘buen salvaje’, pero, lamentablemente, Castillo no pudo convertirse en un ‘buen revolucionario’. 

 

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