Fue recientemente criticado, por recibir de manos de la investigada presidenta Dina Boluarte, la Orden del Trabajo en el grado de Gran Cruz, por la contribución a la mejora de la justicia laboral. Responde que no pensó en declinar a dicho reconocimiento porque se lo hubiera dado cualquiera que ostentara el cargo -como lo hizo Alan García en 2010- y que la condecoración, más bien, servía para levantar la imagen del Poder Judicial. Padre de dos hijas que viven y estudian en el extranjero, flamante esposo de una mujer 20 años menor que él y chalaco de nacimiento, Arévalo es hijo de un miembro subalterno de la Guardia Civil y comenta que creció creyendo en la frase de esa institución: “El honor es su divisa”. Cuenta que él y sus dos hermanos son profesionales a pesar de que su padre no ganaba mucho y siempre vivieron modestamente. Comenta que cuando le dicen que los funcionarios incurren en actos de corrupción porque ganan mal, para él no es cierto. “Yo creo que en ningún caso se justifica la corrupción. No es un tema de sueldos, sino de personas”, dice y explica “hemos perdido valores y creo que tiene que ver con que a nombre de la modernidad hemos ido quebrando, por ejemplo, el respeto a la familia, a los padres, incluso a los símbolos patrios. Llámeme anticuado o conservador, como quiera. Pero es la mirada que necesitamos, porque la mirada moderna nos ha llevado a la degeneración”.