Aunque la primera botica –como lugar físico— apareció en el siglo XIII, la búsqueda por aliviar las dolencias y curar las enfermedades es tan antigua como el hombre mismo. El significado de la palabra botica proviene del griego apotheke que se traduce como almacén. En tiempos antiguos dicho término se refería a la elaboración de los remedios naturales y se extendía a las personas que trabajaban en este arte, a quienes se les llamaba boticarios, curanderos o sanadores. Con el paso de los siglos el significado de botica fue variando hasta llegar a lo que hoy conocemos: establecimiento público donde se expenden los medicamentos.
De Europa al Nuevo Mundo
Hasta el momento, el texto farmacéutico más antiguo data de la antigua Mesopotamia, en 2100 A. C. De las boticas recién se tiene registros de 1221. La primera en dejar constancia fue la de Santa María Novella, en Florencia (Italia). Fue creada por los frailes dominicos del convento homónimo. Se sabe que allí se cultivaban hierbas y plantas para la elaboración de medicinas y ungüentos para uso de su comunidad. Recién en 1621 el establecimiento abrió sus puertas a todos.
En España, durante 1415 se crea la primera farmacia en Llívia, un pequeño pueblo de Gerona. Esta tuvo la peculiaridad de estar abierta al público desde el principio. Posteriormente, con la llegada de la imprenta, las fórmulas farmacéuticas se difundieron al detalle gracias a las minuciosas ilustraciones de las plantas utilizadas en los medicamentos. Las recopilaban en la llamada farmacopea o libro que describía la preparación de sustancias médicas de uso más común, natural o artificial, y su procedimiento.
Centurias después, con las migraciones europeas a Estados Unidos, llegó a Filadelfia (Pensilvania) el inmigrante irlandés Christopher Marshall, y con él la primera botica en esta parte de América. Era 1752 cuando el Hospital de Filadelfia, el primero en Norteamérica colonial, abrió sus puertas. La botica recién inaugurada como parte del hospital combinaba prácticas farmacéuticas y médicas, además de prestar sus servicios a las personas que no podían pagarle a un médico universitario. Pasaron algunas décadas para que se produzca la separación de dos conceptos que derivaron en disciplinas diferenciadas: los médicos encargados de diagnosticar las enfermedades y el boticario o farmacéutico dedicado solo a elaborar los remedios para curar estas enfermedades.
Mientras tanto en el Virreinato del Perú, como sucedía en otras partes del mundo, se fiscalizaban los libros de farmacopea. A los expertos en sus fórmulas se les dio el nombre de farmacéuticos. De allí proviene la palabra farmacia, que poco a poco reemplazó a botica. Los boticarios, por su parte, solo podían preparar fármacos en compañía de un especialista en farmacopea.
Nuevos tiempos
Desde inicios del siglo XIX, el descubrimiento de los principios activos de diversas plantas revolucionó la farmacología y a su vez a las farmacias. La morfina (1817), quinina (1820), atropina (1833), cafeína (1841), cocaína (1860) y heroína (1883) marcaron el inicio de una era de cambios.
Es así como, a principios del siglo XX, hubo un auge de la industrialización tanto en Europa como en los Estados Unidos. Los medicamentos empezaron a producirse masivamente y los farmacéuticos, imposibilitados de hacer como en el pasado un trabajo práctico en relación con el cuidado de la salud, se volcaron a la venta al público para obtener rentabilidad.
A mediados del siglo XX las cosas empezaron a cambiar nuevamente. Los boticarios volvieron a interactuar con el público y a dar asesoramiento clínico, lo que derivó en un nuevo modelo de operar las farmacias. El foco era y es ahora el paciente e incluso se empezaron a llevar registros detallados para hacer un seguimiento de las recetas familiares para ofrecer consejos tanto farmacológicos como clínicos.
Hacia fines del siglo XX, el asesoramiento a los pacientes a través de las farmacias es cada vez más aceptado. En épocas recientes, como en algunos casos de epidemias y la crisis sanitaria de 2020, las farmacias llegaron a potenciar sus roles. En algunos casos convirtiéndose en inmunizadores comunitarios mediante la aplicación de vacunas.
Más allá del despacho de medicamentos, el papel de las farmacias y los profesionales que las atienden debe y puede apuntar a convertirse en un agente activo que promueva y refuerce las labores de salud pública.
Medicamentos genéricos: eficacia y calidad para todos
Nueva ley busca asegurar la venta de estos fármacos, convertidos en aliados para los bolsillos peruanos.
La exclusividad de venta de los fármacos caduca a los 20 años junto con la patente de la marca. A partir de ese momento, son de dominio público y pueden producirse libremente con el nombre de medicamentos genéricos. Ambos son iguales en eficacia, seguridad y calidad, pues contienen el mismo principio activo, dosis y forma farmacéutica (comprimido, jarabe, etcétera). No hay diferencias reales entre los medicamentos genéricos y los de laboratorio. Al contrario, significa un ahorro importante. Su valor puede ser casi 50% menor y son una herramienta eficaz para controlar precios en el rubro, garantizando que todos los ciudadanos puedan acceder a tratamientos de calidad, eficaces y seguros.
Hace unos meses el Estado peruano aprobó un listado con 434 medicamentos genéricos esenciales que las farmacias y boticas deben ofertar a los ciudadanos. La lista contiene medicamentos que corresponden a 28 grupos terapéuticos: antiinfecciosos, oncológicos, medicamentos para afecciones cardiovasculares, de la especialidad de salud mental, para el dolor, entre otros. La Resolución Ministerial N.° 220-2024, del Ministerio de Salud (Minsa), establece que las farmacias y boticas privadas están obligadas a mantener un stock mínimo del 30% de la oferta total de medicamentos. Aquellos establecimientos que no cumplan con este stock mínimo enfrentarían una sanción de 2 UIT, equivalentes a S/10,300. Posteriormente, el 20 de mayo pasado, se publicó la Ley N.° 32033 que garantiza y promueve el acceso de los medicamentos genéricos en Denominación Común Internacional (DCI), como parte esencial del derecho a la salud.
Según el Minsa, son 796 medicamentos esenciales los que se usan para el 80% de enfermedades, sobre todo las crónicas que son las que suelen generar un alto impacto mensual en el bolsillo de los ciudadanos. Cifras difundidas por el Instituto Peruano de Economía (IPE) aseguran que nueve de cada diez pacientes que se atienden en establecimientos públicos compraron sus medicamentos en farmacias o boticas privadas.
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