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¿Corregir o enseñar?
El corrector de mi procesador de texto es como un adulto. Hay palabras que no me deja tipear.
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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://espaciodecrianza.educared.pe
Algunas son invenciones o alteraciones voluntarias que me permiten decir lo que quiero, hacer, como Humpty Dumpty, que cuando usaba un término significaba lo que él quería, ni más ni menos. Otras, como "sabo" o "pusí", son conjugaciones erróneas que usan los niños entre los tres y cinco años.
Por eso digo que el corrector actúa como la mente con DNI, asumiendo que todos los errores son malos y que aquello que no existe en su limitado vocabulario no tiene derecho de ser usado. Claro, tiene ventajas, pero si todos actuáramos como este programa útil pero bruto, y los adultos lo hacemos más de la cuenta, los poetas no podrían componer versos (por lo menos no en Word) y los niños no descubrirían las enormes riquezas del único rasgo humano verdaderamente divino: la posibilidad de crear sentido y significado.
Porque cuando dicen "pusí" están mostrando que han comprendido ciertas reglas que generalizan; y cuando ponen apodos o se divierten con los sonidos y generan términos inverosímiles, están probando los límites de la realidad, están jugando con ella y sus representaciones.
Los podemos corregir, decirles que se dice "puse" o "sé", que se dice "trapo" y no "trapi", que ya son grandes y deben hablar como tales. Sí, los podemos corregir, pero no les estamos enseñando. Dejarnos llevar por los vericuetos de la palabra junto con los niños, sin pensar en la gramática y el diccionario de la RAE, es menos correctivo pero más educativo.
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