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Los espejos indiscretos
Alguien que me quiere bien me sugirió, afectuosamente, que no insista en el tema de la Ley de Medios de Argentina que entra en vigencia desde mañana. “Estás tocando carne”, me dijo.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Aprecio su preocupación, pero mucho más aprecio el derecho que me asiste a vivir en paz con mi conciencia. Creo que el derecho a mirarse al espejo sin sentir vergüenza, y no me refiero a la estética –que algunas veces he experimentado con cierta jocosidad–, es una ventaja inapreciable. Y sobre todo en mi caso, que solo poseo pocos espejos pero todos implacables –y altamente eficientes–, pues no solo reflejan mi cara, sino que también reflejan mi conciencia. Algunos, para ahorrarse disgustos, prefieren espejos más simples. A mí, en la lotería de la existencia, y por un 'error' de mi familia y de mi entorno humano, me tocaron estos sofisticados aparatos donde ves lo que algunos –que no sé por qué suelen ser más afortunados económicamente– no ven. En vez de aquello de "afortunado en el juego, desafortunado en el amor", aquí se puede aplicar un "sofisticado en el espejo, desafortunado en las finanzas".
Felizmente, a todo nos habituamos y terminamos comprobando que la frugalidad y la austeridad en todos los campos es a mi edad (72), al menos, muy saludable. Se duerme bien y se disfruta del cariño de más gente de la que uno imagina o del que cree merecer. En todo caso, el tránsito terrestre es tan efímero que bien vale la pena vivirlo sin conflictos con uno mismo y, además, sin tener una mirada condenatoria sobre quienes eligen otros caminos. Percibimos diferente, actuamos diferente. Respetarnos es la mejor alternativa. Siempre sin olvidar el bien común.
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