PUBLICIDAD
Lima
El Centro Histórico agoniza casi irremediablemente, y lejos de abrigar esperanzas en su recuperación, las autoridades edilicias persisten, como todas las anteriores, en hundirla más.
Imagen
Fecha Actualización
Mauricio Mulder,Pido la palabraMe ha tocado, casi toda mi vida profesional, sea como abogado, sea como periodista, sea como parlamentario, desenvolverme en el Cercado de Lima. He recorrido cada una de sus calles y he frecuentado todos sus barrios, como el de los antiguos "Cuarteles", el 1º de Monserrate, el 3º de Barrios Altos, el 5º de Bajo el Puente, etc. Y déjenme decirles que, salvo la época en que las principales avenidas fueron tomadas por decenas de miles de ambulantes, nunca la he visto peor que hoy.
Bien decía Manuel Solari Swayne, Zeño Manué, que Lima soportaba siempre dos desgracias: los terremotos y … los alcaldes. Hoy, el Centro Histórico de esta inmensa urbe agoniza casi irremediablemente, y lejos de abrigar esperanzas en su recuperación, las autoridades edilicias persisten, como todas las anteriores, en hundirla más, destrozarla más y volverla inhabitable.
Valgan verdades, el tema no es de hoy. Los desatinos tienen más de 50 años. El primero de ellos, y quizá con esto desate polémicas, pero el más grave de todos fue el llamado Zanjón del Paseo de la Republica. La peor obra que pudo hacerse. En lugar de fortalecer la red de tranvías que ya existían en Lima, se cavó semejante zanja para que la gente acudiese al centro nada menos que en vehículos particulares. El lugar ocupado por un vagón eléctrico transportando 150 personas fue reemplazado por no menos de 70 automóviles que atiborraron las calles y no tenían dónde estacionarse. Luego vino otro alcalde, peor que el anterior, y no se le ocurrió cosa mejor que adecuar la ciudad a su majestad: el auto, destrozando los jirones Lampa, Cuzco y Camaná para que vengan más autos todavía. Resultado: las viviendas y las oficinas se fueron corriendo. Hoy cualquiera que camine por las calles del centro y levante su mirada verá que casi todos los edificios están abandonados y sus puertas de acceso tapiadas a cal y canto.
Ni qué decir de los Barrios Altos y Monserrate. Auténticos cráteres en todas sus pistas, basura en las esquinas, delincuencia, prostitución y alcoholismo. No se necesita ir demasiado lejos para encontrar la extrema pobreza a dos o tres cuadras del Congreso o de Palacio de Gobierno. Es la realidad. Y se trata del único lugar en el que la Municipalidad de Lima tiene injerencia directa, puesto que el Cercado no es distrito y, por lo tanto, tiene el privilegio de contar con el peso de una gestión que no solo es de ámbito provincial sino que, además, se trata de la capital de la República. ¿Cuál es la solución que la alcaldesa Villarán aplica a todo esto? Volver peatonal el Jr. Ucayali y cerrar al tránsito la Av. Emancipación, haciendo de la ciudad un infierno intransitable.
Ha habido iniciativas privadas en recuperación de espacios, pero entre las marchas de todos los días por la Av. Abancay, los cierres con rejas enormes alrededor de la Plaza de Armas y del Congreso y los paraderos informales de taxis, estas experiencias han quedado frustradas.
Y, sin embargo, el pequeño comercio resiste. Lucha contra la delincuencia y las autoridades que lo hostigan con mil exigencias burocráticas (municipalidad, ministerios de Salud y Trabajo, Indeci, INC), pero sigue siendo la columna vertebral de la ciudad a la espera de un alcalde que la cambie de verdad.
PUBLICIDAD
ULTIMAS NOTICIAS
Imagen
Imagen
Imagen
PUBLICIDAD