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Messi
Este pibe me emociona. Al interior de esa religión universal –con devotos y fanáticos– que es el fútbol, continúa imperturbable ante sus logros y destaca que el hecho más feliz de su vida ha sido el nacimiento de su hijo.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Hijo deseado y concebido con la novia de su infancia, en un medio en el que la fama y el dinero perturban peligrosamente las emociones y permiten cristalizar las fantasías más exóticas que pueda albergar la mente de quienes ocupan la marquesina estelar.
Como si ese hecho no fuera suficiente para demostrar la sensata sensibilidad de este pibe, él agrega: "Otro motivo que me hizo feliz este año fue recibir el cariño de los argentinos en las canchas a las que acudí a jugar". Podría parecer poco para quien ha conquistado casi todos los títulos en el fútbol. Sin embargo, como sabemos quienes vivimos lejos de la tierra en la cual pasamos nuestra infancia, hay lazos complejos y misteriosos con la pequeñísima porción del planeta donde desciframos los primeros códigos de la vida y donde tejimos los lazos de afecto que nos conectaron con el mundo. Yo, por ejemplo, todavía puedo llorar con algunos olores de mi infancia. Poner esas emociones por sobre toda la fanfarria que rodea los éxitos deportivos nos habla de la calidad y sabiduría natural de este pibe ajeno al escándalo, a las declaraciones hirientes, al exhibicionismo y a las estúpidas comparaciones. Saber, además, "que lo importante es lo colectivo, y mis goles, sin títulos, no tienen importancia", expresa que Lionel Messi, además de gambetear rivales, logró gambetear al peligroso ego de pavo real que se adueña de los deportistas tras la primera hoja de laurel que cae sobre sus cabezas.
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