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Revolución caliente
Estamos a punto de terminar un año que ha sido mejor de lo esperado para los peruanos. El crecimiento fue bastante mayor a lo originalmente proyectado gracias a que el optimismo, tanto del consumidor como del empresariado, se mantuvo alto.
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Fritz Du Bois, La opinión del directorEstamos a punto de terminar un año que ha sido mejor de lo esperado para los peruanos. El crecimiento fue bastante mayor a lo originalmente proyectado gracias a que el optimismo, tanto del consumidor como del empresariado, se mantuvo alto. Incluso, la satisfacción de la población se reflejó en un nivel de aprobación a Humala que debe de haber sorprendido hasta al propio mandatario.
Ahora, la pregunta es cómo lograr mantener ese círculo virtuoso en el largo plazo, y la respuesta va por el lado de fomentar las dos grandes revoluciones que nuestro país aún no ha enfrentado. La primera de ellas es la del consumidor que, crecientemente, está exigiendo mejores productos y servicios a un costo más bajo. Esta tendencia es reciente ya que estamos en un país en el cual tuvimos monopolios estatales durante muchos años y, luego, nos hemos acostumbrado a no más de uno o dos proveedores en cada segmento de nuestro mercado. Aquí, todavía, el cliente no tiene la razón y el que vende sigue siendo el rey. Por eso pagamos precios mucho más altos en diversos sectores de lo que serían realmente justificados.
Por otro lado, para encauzar esa revuelta hay que generar más competencia, especialmente considerando que el grueso de las reformas que eliminaron barreras y liberaron los mercados se dio hace 20 años. Así que hace rato debieron haber sido actualizadas para retirar los obstáculos que, inevitablemente, se han ido creando para impedir el acceso de nuevos competidores al mercado. Más aún, es un proceso sin riesgo político ni costo fiscal que debería alimentar aún más el optimismo de los ciudadanos, por lo que el Gobierno debería asumirlo con entusiasmo. Mientras que el otro levantamiento inminente, que es el del contribuyente, ataca directamente al manejo gubernamental y, por tanto, es más problemático.
En realidad, cuando cualquier trabajador dedica no menos de un par de meses de ingresos al año a pagar sus impuestos o cuando a un profesional le confiscan cuatro o cinco meses de su tiempo para mantener al Estado, lo mínimo que pueden exigirle a los gobiernos, por ese esfuerzo, son resultados. Lamentablemente, en el Perú no ha existido una cultura del contribuyente, el cual ha sido muy pasivo. Incluso, no solo no hacían sentir a los funcionarios que deberían estar a su servicio, sino que terminaban actuando como si fuera lo contrario. Pero esa actitud está cambiando, el país se está formalizando, aunque se va generalizando el malestar de tener que cargar con el peso del Estado sin recibir nada a cambio.
Al final, el desarrollar un mercado abierto y dinámico, así como un Estado moderno al servicio del ciudadano, deberían ser las dos principales metas de Humala durante su mandato. Es la manera de incluir en el bienestar a todos los peruanos, y nunca un gobierno ha tenido condiciones tan favorables para poder lograrlo.
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