Hace un tiempo vienen circulando por Internet algunas máximas atribuidas al 16.° presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln. Independientemente de su origen, estos mandamientos tienen una resonancia profunda en los desafíos que enfrenta hoy el Perú.
La primera nos recuerda que “no llegarás a la prosperidad despreciando la economía”. La prosperidad nacional no se logra redistribuyendo lo existente, sino creando más trabajo, oportunidades y riqueza. Fomentar un ambiente de inversión, de generación de empleo y permitir que las empresas prosperen es el camino para que todos los peruanos nos beneficiemos. Así se logró bajar la pobreza en el Perú, pero lamentablemente unos no la vieron y otros no les interesa sacar a los peruanos de la pobreza. En el Perú, esto implica promover una cultura de respeto a la inversión privada y a la generación de empleo. Sectores como la industria, la minería y la agroindustria han sido motores históricos del desarrollo peruano, generando oportunidades para millones de compatriotas. Despreciar la importancia de estos sectores es un error que limita nuestro potencial de crecimiento, solo genera más pobreza y ya lo estamos sufriendo.
Otra de estas frases de Lincoln dice que “no promuevas la hermandad de los hombres incitando al odio de clases”. En tiempos de polarización, esta máxima es una advertencia oportuna. La verdadera unidad no se construye señalando enemigos internos ni generando resentimiento entre diferentes sectores de la sociedad, sino, por el contrario, uniendo más a los peruanos. El reciente repunte en los indicadores de pobreza es consecuencia del bajo crecimiento económico de los últimos años, no de acumulación de riqueza en ciertos sectores.
Finalmente, la frase mencionada por Lincoln de que “no puedes ayudar al pobre destruyendo al rico” resuena en el eterno debate sobre cómo construir una sociedad justa. Promover políticas que nivelen el campo de juego y generen oportunidades para todos, sin debilitar a quienes tienen la capacidad de crear empleo, es clave. Promover políticas públicas que impulsen la inversión en tecnología, manufactura y exportación, mientras garantizan condiciones laborales dignas, son esenciales para lograr un crecimiento inclusivo. Además, debemos fortalecer a las micro y pequeñas empresas, que representan el 99.5% del tejido empresarial peruano, y que, en su mayoría, han perdido la confianza en el Estado, en parte porque ni siquiera les garantiza seguridad.
Estas máximas contienen lecciones valiosas para nuestro país en este momento. No importa quién las haya dicho primero; lo importante es cómo podemos aplicarlas para construir un Perú mejor, más equitativo y próspero. Necesitamos una visión compartida que nos permita avanzar, donde el crecimiento económico, la justicia social y la unidad nacional sean pilares fundamentales.