[Opinión] Richard Arce: La querella que me puso Alan García

La corrupción es histórica en nuestro país y se tienen registradas las evidencias en los anales de la historia, desde la etapa colonial, durante la etapa de la emancipación y la constitución de la República. Bolívar tuvo que dictar por ley la pena de muerte para los corruptos porque ya era insostenible.

Nuestra etapa republicana está llena de escándalos de corrupción, difícil describirlo en una estrecha columna, pero basta mencionar los contratos Dreyfus y Grace, la traición de Manuel Prado, Piérola, Leguía, Odría y hasta Fujimori. Me quedo corto con las alusiones.

Porque aquí falta Alan García, conspicuo político del Apra y presidente en dos periodos. Durante años se ha discutido sobre la procedencia de su fortuna al extremo de negar su existencia, pero sorprendía su vida suntuosa, que no se condecía con los ingresos que habría tenido.

De niño recuerdo los escándalos de corrupción con el tren eléctrico y Siragusa, la compra de los Mirage y la plata en el Gran Caimán; solo para enumerar la penumbra que siempre ha acompañado su gobierno. En su segundo periodo fue más sofisticado; los narcoindultos y los petroaudios desnudaron su corrupción, llamémosle al menudeo. Fueron sus socios brasileños, con quienes armó el tinglado mayor de corrupción para cobrar coimas a través de testaferros, quienes resultaron capaces de inmolarse y pagar cárcel en su nombre. Después lo delataron, y hoy descubrimos 3 millones de euros en Andorra, en esas cuentas con testaferros que tanto negaban en la Comisión Lava Jato.

Me gané una querella del propio Alan por atreverme a denunciar esta corrupción y pretendieron intimidarme con sus abogados y congresistas. Hoy siento una satisfacción por la tarea hecha, era mi deber, más si era congresista. La lucha continúa. Hoy tenemos “carteristas” en Palacio y tenemos que seguir confrontando, ahora como simples ciudadanos, pero con la convicción de que el tiempo nos volverá a dar la razón.