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No hay corrupción chica
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Cuando un mototaxi entrega un sol a un policía o un presidente recibe millones de dólares para beneficiar a una empresa gigantesca, estamos frente a un acto de corrupción.
Un sol o un millón de dólares dan lo mismo, porque ambas acciones corroen la ética ciudadana. Cuando nuestra ética se relaja, cuando nuestra tolerancia nos dice como un diablillo en la oreja: “No pasa nada… es poquito”, “Todo el mundo lo hace”, estamos frente a un proceso de descomposición social y un Estado que por inacción termina siendo cómplice del delito.
La ciudadanía ha despertado a tal punto de pasar el Año Nuevo en la plaza San Martín exigiendo que repongan a los fiscales Vela y Pérez, que hoy por hoy encarnan la lucha anticorrupción.
Ahora nos toca a todas y todos los peruanos plantarnos con energía frente a la delincuencia y denunciar a esos criminales que disfrazados de tramitadores nos envuelven en la ilegalidad.
Coimear no es correcto, es delito y le hace inmenso daño a nuestro Perú. Ahora nos toca a los ciudadanos de a pie iniciar una cruzada anticorrupción. Cuando el mototaxista no les pague un sol a los extorsionadores, cuando las fuerzas del orden trabajen sin descanso para atrapar a las organizaciones criminales y nos den las garantías de pararnos de frente a los delincuentes, el Perú cambiará.
Ayer, la Policía ha dado un golpe muy duro a la criminalidad organizada en La Victoria, atrapando a un requisitoriado que sembraba el terror en el cerro San Cosme y sus alrededores. Esperamos que este sea solo el inicio de una nueva etapa donde la gente viva sin miedo, con un Estado proactivo que nos dé las garantías para vivir en un Perú sin corrupción.
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