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[OPINIÓN] Andrés Romaña: “Ahora sí se indignan los inquisidores morales”
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En los últimos días, diversos políticos, activistas disfrazados de “periodistas de investigación” e intelectuales han descrito al gobierno de la presidenta Boluarte como un régimen autoritario, corrupto e inepto que, lejos de enfrentar las inundaciones en el norte, se excusa en su reciente asunción al cargo. Parece que despertaron de un sueño que duró un año y ocho meses, y tuvieron la suerte de no presenciar las atrocidades que hizo el expresidente Castillo con el aparato público.
El actual gobierno es bastante mediocre e incluso malo. Aun así, es kilométricamente superior al del “profesor”. Sucede que con Casitllo la valla no quedó en el piso, sino que fue sepultada varios metros, y ahora cualquier gobierno medianamente mediocre se percibe como aceptable. Pero Dina Boluarte aceptó integrar la plancha de Perú Libre y se mantuvo como ministra hasta poco antes del final del catastrófico gobierno castilista. Es decir, se puede esperar poco de quien avaló todas las sinvergüencerías de ese periodo.
Quienes han despertado su autoridad moral e inquisidora han olvidado que la presidenta no cayó del cielo. Incluso, varios de los que hoy piden su vacancia hicieron caso omiso de los cuestionamientos en su contra cuando era candidata y luego vicepresidenta y ministra de Inclusión Social. El JNE no declaró improcedente su candidatura a la Vicepresidencia –como sí lo hizo con su candidatura congresal– por ser funcionaria del Reniec, organismo integrante del sistema electoral. Además, en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, la izquierda radical y progresista la blindó cuando debió ser destituida por ser presidenta del Club Departamental de Apurímac mientras era vicepresidenta y ministra de Estado. Pero, en ese entonces, los verdugos de hoy guardaron silencio o la defendieron abiertamente con tal de no darle el gusto a la “derecha fraudista”.
Esa es una prueba más de que, para los inquisidores morales, la vara con la que se mide lo legal y moralmente aceptable varía dependiendo de a quién se juzga y no por qué se le juzga. Es así como, durante un año y cuatro meses de Castillo, quienes ahora dicen que se vive una dictadura corrupta mantuvieron absoluto silencio mientras el aparato público era utilizado al antojo del expresidente y su entorno.
Lo que a este sector le molesta no es la corrupción o la ineptitud, sino que quienes están en el poder no respondan a sus intereses, sin importar que el país se sumerja en un hoyo. Entonces, nada garantiza que vuelva alguien igual o peor que Castillo y sea defendido con el mismo cinismo.
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