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[OPINIÓN] Hugo Palma: Funeral electoral
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“La envidia de la virtud / hizo a Caín criminal / Gloria a Caín / hoy el vicio / es lo que se envidia más”. Hace un siglo Machado compuso este verso profético de lo que vivimos. El próximo domingo no será ninguna fiesta para los peruanos y millones votarán porque, no teniendo para comer, curarse o educarse, menos pueden pagar la multa. ¿Y cómo podríamos entusiasmarnos con los que hay? Nunca tuvo el Perú tantos millares de incompetentes, ignorantes, aventureros y corruptos peleándose tan salvajemente por los cargos electivos. Y entre ellos, tantos centenares de sentenciados, procesados, investigados y sospechosos. Hay excepciones, pero son minoría.
No es producto de accidente ni de grupo político en particular. Lo es de décadas de desinterés en la política, tolerancia a la corrupción y carencia de procedimientos eficaces de rendición de cuentas sobre el empleo del dinero y los resultados. Y de un sistema electoral que no puede descartar ladrones, agresores, asesinos ni incapaces ansiosos de acceder a los bolsillos del pueblo, “fichados” por partidos políticos y frentes.
Víctor Vich, profesor de la PUCP, dijo: “La democracia, tal como funciona en el Perú, es un ritual patético en donde siempre gana el peor”. Vamos perdiendo confianza en la democracia porque “los elegidos”, en su enorme mayoría, NO nos representan. El sistema democrático es más que contar votos. Es respetar las minorías, los derechos de los ciudadanos, cumplir deberes, buscar el bien común; y la gestión pulcra, eficaz y eficiente de los recursos del Estado cuya única fuente es el sudor del pueblo. ¿Quiénes lo hacen?
Deténgase un momento, ciudadano lector. Pregúntese si la inestabilidad política, convulsión social, caos casi generalizado, economía que creció sin atender adecuadamente sus necesidades esenciales no se relacionan directamente con la actuación de las autoridades elegidas. ¿Qué ocurre con los expresidentes y millares de ministros, altos funcionarios, gobernadores regionales, prefectos, alcaldes y concejales? ¿Es normal que estén en la cárcel, en proceso, investigados penalmente?
Debemos votar cuidando de no elegir a quienes más prometen. Ya sabemos en qué concluyen. Pensemos en quienes no tienen investigaciones, denuncias, procesos ni sentencias penales y/o civiles, expliquen razonablemente cómo se financiará y ejecutarán sus proyectos y demuestren con pruebas su competencia y experiencia. ¿Habrá algunos? Usted decida.
¿Y, luego, qué hacemos los ciudadanos? Reconozcamos que es imposible que la Policía, Fiscalía y justicia puedan evitar, sin todo nuestro apoyo, que caigan en las tentaciones que los llevaron a postular. Es también nuestro deber no perder de vista a los elegidos. Deben saber y sentir que seguimos sus actuaciones, nombramientos, decisiones, evolución económica personal, familiar y de sus juntas; y que tenemos claro que nos roban a nosotros y les exigiremos rendir cuentas. De no hacerlo, no nos quejemos. Orwell dijo: “Un pueblo que elige a un corrupto de líder es cómplice”. No lo seamos. No estamos obligados a ser víctimas de quienes no roban teléfonos porque gobernar es más seguro y rendidor.
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