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[OPINIÓN] Richard Arce: “Esa izquierda no me representa”
“Tanto criticaban que terminaron involucrados con la corrupción, siendo cómplices, encubriendo la corruptela de Castillo, guardando silencio o defendiendo a los corruptos de izquierda”.
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Después del terremoto que significó el apoyo incondicional al gobierno de Pedro Castillo con la corrupción rampante y el intento de golpe de Estado, al mismo estilo de Alberto Fujimori en 1992, la izquierda ha quedado diezmada y con muy pocas opciones para seguir teniendo presencia política.
Solo quedan los rescoldos de lo que fue la izquierda militante y valiente que promovía y organizaba movilizaciones sociales con singular éxito, porque consideraba ser la reserva moral del país y estaba presente en diferentes espacios políticos para enrostrar los males de la sociedad, era una esperanza porque cautivaba ese compromiso social.
Pero todo no fue más que una ilusión, yo diría hasta una entelequia, que fue el motor de convocatoria a grandes mayorías, con la ilusión del cambio y la búsqueda de una sociedad más igualitaria, comprometida con la justicia social, que se forjaba en el sueño de jóvenes, mujeres, trabajadores y, por supuesto, de organizaciones sociales que creían representar los valores republicanos.
La realidad es totalmente distinta, porque ni bien llegaron al poder hicieron todo lo contrario. Tanto criticaban que terminaron involucrados con la corrupción, siendo cómplices, encubriendo la corruptela de Castillo, guardando silencio o defendiendo a los corruptos de izquierda; no podían reconocer la corrupción de sus camaradas por una falsa solidaridad de grupo, cuando se entiende bien que el compromiso es con el país, no con los intereses personales o de grupo.
Otro error para que la gente critique la incoherencia de la izquierda fue ser cómplice de los regímenes totalitarios en Latinoamérica como Nicaragua, Cuba y Venezuela, puesto que no hay manera de justificarlos, y mucho menos defenderlos; viendo solo el éxodo venezolano sin precedentes uno se da cuenta de que el régimen de Maduro fracasó estrepitosamente.
Lo de Cuba es ya crónico a más de sesenta años de la revolución, no queda ni la ilusión de recuperar su democracia. De la misma manera, los datos estadísticos reflejan el fracaso de estos regímenes y la imposición de un autoritarismo igual o peor al de la época de las dictaduras militares de la mitad del siglo pasado; ahí está Nicaragua, donde tampoco queda nada de la revolución sandinista con 355 asesinados, 317 despojados de su nacionalidad, 121 presos políticos y 240 desterrados. Esa no es la izquierda que milito y mucho menos me representa.
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