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Sapo reventado
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Cuentan que si se pone un sapo en una olla con agua fría y lentamente se aumenta el fuego, se adapta hasta que revienta cuando el agua hierve. Pues bien, nos falta poco.
Se reacciona frente a las tragedias. En 1992, cuando atacaron Tarata, abanderamos las casas, perdimos el miedo a Sendero y salimos a marchar.
En 2007, por el terremoto de Pisco, agarramos camionetas, las llenamos de agua y víveres y al sur, a socorrer. El año pasado, cuando vinieron los huaicos y los desbordes de ríos por El Niño costero, solidaridad por todas partes. Pero dura poco. Pasada la semana, regresamos a la comodidad y los otros que sigan en sus dramas.
Hoy, la tragedia es más grave. Afecta a todos. Ha colapsado la administración de justicia y sin ella no es posible la vida en sociedad. Ha colapsado la administración pública y sin ella no hay quién gobierne. El dinero fácil del narcotráfico, el contrabando y el saqueo de los contratos públicos ha comprado conciencias y silencios. Ha corrompido.
Claro que siempre hay un Grau o un Bolognesi que nos salva de la vergüenza. Una fiscal y un juez honestos y corajudos contra el crimen organizado que secuestró la justicia. El servicio de inteligencia de la Policía que recuperó las calles de La Victoria contra mafias que las parcelaban. Los colectivos por los derechos de mujeres y minorías. Pero punto.
Ya viene el referéndum para que se vayan todos. ¿El último apagará la luz? Así se liquida una empresa, pero una sociedad no puede morir. Falta rescatar al político que vale la pena, aunque no sea de mi partido; al que tiene razón, aunque no nos guste; al que propone algo, sin pensar en ganar la elección.
Necesitamos construir urgente un consenso, con inteligencia, con respeto, para escapar de la tragedia, antes de reventar como el sapo.
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