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Una alcaldía para el olvido
“El brío con el que comenzó y las expectativas favorables fueron desaprovechados (...) Castañeda se va en lo que no hemos podido sino llamar un triste final”.
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El 1 de enero de 2015, Luis Castañeda Lossio iniciaba auspiciosamente su tercer mandato al frente de la Alcaldía de Lima. El 62% lo aprobaba como alcalde electo y el 77% tenía una expectativa positiva respecto a lo que sería su gestión en la capital, según Datum.
Qué coincidencia que la concluya con cifras similares, pero esta vez en sentido totalmente opuesto. En efecto, la última encuesta de la misma firma indica que el 77% de la población limeña lo desaprueba y solo el 19% aprueba el trabajo que ha realizado, las más bajas de sus últimos cuatro años en el despacho municipal.
¿Cómo podemos interpretar eso? Decepción y hartazgo ante la poca transparencia y la soberbia con que se ha manejado. Lima ha crecido aún más en desorden, caos en el transporte y una mayor inseguridad ciudadana.
El tercer periodo edil de Castañeda tiene polémicos y malos recuerdos pintados de amarillo, el color de su partido. El alcalde que decía que buscaba sacar adelante Lima con las mejores soluciones posibles ha quedado muy lejos de la imagen del buen vecino que procura lo mejor para su ciudad.
El tercer periodo edil de Castañeda tiene polémicos y malos recuerdos pintados de amarillo, el color de su partido. El alcalde que decía que buscaba sacar adelante Lima con las mejores soluciones posibles ha quedado muy lejos de la imagen del buen vecino que procura lo mejor para su ciudad.
Castañeda, además, se saboteó a sí mismo pues, tras la tremenda derrota electoral de su partido, Solidaridad Nacional, en lugar de facilitar una amigable transición a la administración de su sucesor, Jorge Muñoz, más bien optó por cerrar las puertas y escudarse en formalismos para evitar que el nuevo equipo accediera a los números e información fundamental de la municipalidad.
Ello solo provocó que el nuevo alcalde investigara por su cuenta y diera con los graves problemas que la gestión Castañeda le estaba dejando en pesada herencia y que iban a explotar en los primeros meses de 2019. De ahí que tenga mucho sentido la desaprobación con la que se va.
El burgomaestre no hizo honor al nombre de su agrupación y, lejos de ser solidario, se mostró más bien mezquino, olvidando que no lo era con Muñoz solamente, sino con los ciudadanos que habitamos y tributamos en esta compleja pero entrañable Lima.
El alcalde decía tener un plan para la capital hacia 2030, pero esa visión se diluyó entre sucesivos errores y polémicas obras. El brío con el que comenzó y las expectativas favorables fueron desaprovechados y malgastados. Castañeda se va en lo que no hemos podido sino llamar un triste final.
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