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Esther Vargas: Cuba sin mojito y sin Fidel
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Desde 'La bodeguita del medio' o tomando el sol en Varadero, Cuba todavía te puede parecer leyenda.
O un viaje al pasado. O un país hermoso y tristemente paralizado (una contradicción que solo en Cuba puede combinar tan bien). O también una fiesta, pero filmada en cámara lenta. La Cuba del mojito no es real. La Cuba del 'todo incluido' es una versión edulcorada y maquillada. Para hablar de Cuba hay que ir más allá de la rumba, de la vista al malecón, de los habanos y de la camiseta del Che.
El dictador murió el sábado. Disculpen, amigos románticos, pero no lo puedo llamar comandante. En un país con las libertades restringidas y la información retaceada, la democracia no es democracia, o si quieren es dramáticamente más imperfecta que en países con derechos civiles mínimos.
Llegué a Cuba, por primera vez, hace diez años. Había leído tantas historias, de las buenas, de las políticamente correctas, de las muy malas. Había consumido periodismo y periodismo ficción o basura. Cuba da para todo. Mi último viaje a Cuba fue en 2015. Allí están mis amigos revolucionarios, y mis amigos ex revolucionarios, allí están aquellos que dejaron de creer, pero que se negaron a abandonar la isla, y que buscaron la forma de inventarse la libertad, de estar cerca al mundo sin salir del mundo.
Cuba sin mojito es un país donde su actual presidente es considerado un depredador de la libertad de prensa. Desde 2008 figura en la lista de Reporteros sin Fronteras (RSF). Bien merecido lugar si tenemos claro que en la isla la prensa no goza de libertad, y que los blogueros y periodistas ciudadanos –cito a RSF– que han intentado encontrar espacios de libertad han acabado en la prisión o el exilio. Las cifras no mienten: entre junio de 2015 y agosto de 2016, según el Instituto Cubano por la Libertad de Expresión, se han registrado 428 ataques contra los medios, 249 detenciones arbitrarias, 85 amenazas y agresiones psicológicas, 33 casos de confiscación de material y dos periodistas siguen en prisión.
Cuba figura en el puesto 171, entre los 180 países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2016. Para RSF, Cuba es "de largo, el régimen más hostil a la libertad de prensa del continente americano".
Estas cifras no son exageración. Meses atrás, aquí en Lima, compartí horas de trabajo con al menos una decena de periodistas cubanos que llegaron para una capacitación: sonreían, abrazaban y te invitaban a la isla, pero no negaban la verdad. Y la verdad es que ser libre en la Cuba de los Castro no era cool. Y ahora con Fidel muerto tampoco lo será, al menos no tan rápido como lo esperan algunos. Ser libre en la isla es resistencia. Es entereza. Es valentía.
Fidel Castro, como los líderes autoritarios anclados en el poder, se olvidó de sus ideales a la hora de gobernar. La historia no puede olvidar la represión, el dolor, los exilios.
Ese Fidel Castro que llamaba "enfermitos" a los homosexuales se ha muerto. No hay tristeza. Y menos celebración. Porque Fidel Castro era un lastre, era una agonía. Los que quedan solo están confirmando que el poder embrutece y rompe sueños: allí está Maduro, allí está Correa, allí está Ortega.
Con mojito (o sin mojito), pero sobre todo sin la gran sombra de Fidel, Cuba será realmente otra. Es solo cuestión de tiempo.
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